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EL MENSAJE SOCIAL DEL BEATO JUAN DUNS ESCOTO 363 Pasamos ya a preguntar directamente a Escoto cómo entiende él el amor evangélico, al amor cristiano y de qué manera se forjan en él, reci­ biendo la fuerza para hacerse vivencia real, esos deseos humanos de «justi­ cia, paz y libertad». Escoto, en su visión del amor, es un servidor fiel del Evangelio y un intérprete riguroso de san Francisco. Cierto que se dan en él, también en este punto y de manera relevante, las características de «difícil y sutil, pero nada evasivo ni serpenteante», que señalábamos arriba citando al P. Meri­ no. Nosotros —por mi culpa— hemos andado hasta aquí con rodeos. Es­ coto entra directamente «a matar». Y por ello su lección sobre el amor, entendida y vivida, es base firme para la realización personal de cada hom­ bre o mujer, y lo sería en consecuencia para una perfecta convivencia social en verdadera justicia, paz y libertad. ¿En qué consiste el amor verdadero? Ya san Agustín habló de dos amores divergentes, como factores de dos ciudades tan diferentes entre sí como el bien y el mal: amor de Dios y amor de uno mismo. «Dos amores fundaron, pues, dos ciudades, a saber: el amor propio hasta el desprecio de Dios, la terrena; y el amor de Dios hasta el desprecio de sí mismo, la celestial. La primera se gloría en sí misma, y la segunda en Dios, porque aquélla busca la gloria de los hombres, y ésta tiene por máxima gloria a Dios, testigo de su conciencia»5. Escoto conjuga esta dos realidades para llegar al punto álgido de la metafísica del amor, que no es abstracción inocente o aséptica, sino desafío práctico a la psicología y a través de ella a la ética de quien quiera vivir con autenticidad radical la vida cristiana, que equivale a la única vida verdadera. La justicia nace del amor La verdadera justicia la hace surgir Escoto del primer estudio del amor. O si se quiere es la justicia la que ordena el amor para que sea amor verdaderamente constructivo, amor bueno. Es claro que el amor empieza por Dios, el supremo Bien. Pero no hay que amar a Dios primariamente —subrayo primariamente— porque sea un bien para mí. Esto equivaldría a ponerle una medida haciéndolo bien relativo y limitado. Hay que amarlo 5. «Fecerunt itaque civitates duas amores dúo, terrenam scilicet amor sui usque ad con- temptum Dei, caelestem vero amor Dei usque ad contemptum sui. Denique illa in se ipsa, haec in Domino gloriatur. Illa enim quaerit ab hominibus gloriam: huic autem Deus conscien- tiae testis, maxima est gloria». De civitate Dei, 14, 28; PL 41, 436. Edición española en BAC 171, Madrid 1958, p. 985-986.

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