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3 60 BERNARDINO DE ARMELLADA escribe José Antonio Merino en su Historia de la Filosofía franciscana: que Escoto es un «autor difícil, pero no escabroso, abstracto, pero no evasivo, sutil, pero no serpenteante»2. Es decir, que no se anda por las ramas, tira directo al centro de las cuestiones. Un estilo distinto del acos­ tumbrado en nuestra literatura periférica, que, de tanto preparar la entrada en los problemas, no llegan las más de la veces a calar en lo esencial. Anhelos y esperanzas del hombre actual Pero ¿cuáles son los afanes y las esperanzas de nuestra sociedad? Si nos atenemos a las palabras que más resuenan en nuestros oídos o nos impresionan a través de nuestras lecturas, parece que el hombre de hoy se afana, más o menos esperanzado, por lograr un mundo en que reinen «la justicia, la paz y la libertad». Son tres palabras que se escriben lo mismo en todos los papeles, que suenan lo mismo en todos los discursos, que parecen un ideal único, en el que convergen todas las inteligencias y todos los corazones. Pero la realidad es que esas palabras, materialmente idénti­ cas, encuentran en la mente de cada persona tan diversas resonancias, que en su actuación práctica, por lo que hasta ahora nos enseña la historia y la experiencia, sólo han servido las más de las veces para desgarrarse mutua­ mente. (Es aquello de Carlos V y Francisco I de Francia: los dos estaban de acuerdo sobre un punto y por ello se hicieron la guerra: los dos conve­ nían en querer para sí la ciudad de Milán). Tal es la realidad: en nombre de la justicia —pseudo-justicia— se toman las venganzas personales y se desencadenan las guerras; en nombre de una pseudolibertad se quebranta la justicia, mientras en nombre de una pseudo-paz personal se elude el compromiso de una responsabilidad activa en los conflictos de la justicia y la libertad. Es, pues, evidente que no bastan las proclamaciones grandilocuentes de «justicia, paz y libertad» para hacer santos nuestros afanes y esperanzas. Reconozcamos, con todo, que es un signo positivo de nuestro tiempo que las llamadas urgentes a estos valores se escuchen por doquier. Así los libros de moral que insisten con seriedad de cátedra en que «el compromiso ético de la caridad cristiana hoy se concretiza en la opción neta a favor de las tres grandes causas de una emancipación solidaria: la causa de la justicia económica frente al desequilibrio provocado por la explotación de los po­ bres; la causa de la inicua carrera de armamentos, y la causa de la libertad 2. J. A. M erino , Historia de la filosofía franciscana, Madrid, BAC, 1993, p. 177.

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