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326 ALEJANDRO VILLALMONTE del mal en general) y busca en el Absoluto/Dios la liberación. Dios es su quietud y su salvación. Por ello, en forma consiguiente, puede darle gracias y glorificar su bondad que le llena de beneficios. Es fácil ver que este segundo tipo de religiosidad puede ser calificado, desde nuestro punto de vista, como religiosidad antropocéntrica, ya que el hombre es el punto de partida, de mantenimiento, y conserva su importancia primaria in­ cluso en el punto de llegada. El hombre nunca abdica de su importancia, incluso cuando habla de amistad con Dios. Al beato Juan Duns Escoto, dentro de la cautela antes indicada, me parece que hay que tipificarlo dentro de la religiosidad latréutica/doxológi- ca/glorificatoria. Así lo exige la teología decididamente teocéntrica que él nos ofrece en sus escritos. Tenemos de ello varios indicadores, plenamente demostrativos, sobre todo vistos en su conjunto. Un primer comprobante del teocentrismo del pensamiento de Escoto lo encontramos en una tesis, tan típica de él, como es la doctrina del primado absoluto de Cristo. Pensemos, propone Escoto, que en un primer signo mental la Trinidad es feliz en el conocimiento y amor de su esencia infinitamente rica de ser y amabilidad. Pero su amor no es envidioso, es liberal y ordenado. Por eso quiere, en un segundo momento, que Alguien distinto de sí, Cristo, le ame con el sumo amor posible en una mera criatu­ ra ( vult diligi ab Alio summe). Luego quiere tener otros seres que compar­ tan con El la riqueza de su Ser Infinito: quiere otros seres condiligentes de su Ser. el pueblo de los elegidos de Dios. En esta forma de presentar el proyecto divino sobre el universo, es claro que Cristo, los hombres (y en ellos y para ellos todos los seres) son queridos por Dios primordialmente por y para su función de glorificadores y como condiligentes de la esencia divina, al lado del sumo Amador, Cristo6. En esta misma dirección nos lleva un texto en el que Escoto, en forma figurativa y descriptiva, nos presenta a Divinidad con «Centro de Amor» (Centrum Amoris). El Bien Infinito del ser divino es como un centro inte­ ligible/mental. En torno a él giran, en primer término, las tres personas divinas compartiendo, en perfecto amor comunicativo y liberal, ese Bien infinito. Luego, en otro círculo más externo Cristo: «Sumo Glorificador de la Trinidad»; luego el coro de los elegidos, ángeles y hombres; y la parte más exterior del círculo la creación entera7. 6. Los principales textos de Escoto al respecto en Oxon III, d. 7, q. 3; ed. Vives XIV, 354b-355. Oxon III, d. 32, q. 1, n. 6; XV, 433; Refor III, d. 7, q. 4; XXIII, 303b. Un comen­ tario y sistematización de estos y otros textos escotianos en A. VILLALMONTE, «El “Mysterium Christi” del Vaticano II en perspectiva escotista», en Natur. Gracia 13 (1966) 215-268. 7. Ord. I, d. 1, p. 3, q. 1-5; ed. Vaticana I, p. 113-117, nr. 174-178. Para el lector español ver las Obras del Doctor Sutil Juan Duns Escoto , Madrid, Biblioteca de Autores

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