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EL GIRO ANTROPOCENTRICO DE LA TEOLOGIA ACTUAL 323 Finalmente, siguiendo las exigencias del dinamismo interno del «giro antropológico», aceptado por influjo de la última modernidad, atentos a los «signos de los tiempos» cuyas enseñanzas querían asimilar, desde el ejerci­ cio cotidiano de la ortopraxis privada e individual, se llegó a descubrir las implicaciones y urgencias de la caridad social: al cultivo y desarrollo de la caridad «política», de la praxis «política» (pública y social) de la caridad. Concretando lo anterior indico, sólo, algunos conceptos (símbolos, mag­ nitudes) teológicos respecto de los cuales el desplazamiento antropocéntrico está siendo más ostensible, más cuestionado, más cargado de consecuencias. Comenzamos con el concepto de Salvación/Salvador. El kerigma de «Salvación» que el ‘Salvador’ proclama, desde su primera inculturación en el medio helenístico y luego durante siglos es interpretado como un acon­ tecimiento de índole absorbentemente escatológico, celeste. Se la presenta, sin duda, como ya iniciada en la tierra, pero se insiste en la índole espiritual interior, individual de la Salvación. Ahora la teología más reciente cree volver a lo más originario del Mensaje del propio Jesús y habla, con clara preferencia, de la dimensión cismundana, intraterrena, histórica, social y hasta cósmica de la salvación que se ofrece. Correlativamente el Salvador, Jesús, es predicado, en primer término y como punto de partida, desde su praxis mesiánica, llevada a cabo en la más pura línea del mesianismo y profetismo del Antiguo Testamento: el Mesías que, ungido por el Espíritu, alivia todas las miserias humanas que tiene a la vista (Le 4, 17-21, par). El ‘ideal’ del cristiano no es tanto el Cristo grandioso de la unión hipostática, el Primogénito de la creación, sino el Jesús que practica la liberación de los hombres. La ‘Salvación’ tradicional se ha tornado «Liberación», con las connotaciones tan diferenciadas que hoy conocemos. Sin duda que, por los siglos, Jesús será llamado «El Salvador», pero ahora se matiza la deno­ minación llamándole Liberador/Libertador. El símbolo de «Reino de Dios» tan característico en la predicación del Jesús histórico, sufrió, con posterioridad el Nuevo Testamento, un proceso de espiritualización, interiorización y distanciamiento escatológico similar y correlativo al sufrido por la idea de ‘Salvación’. Por otra parte, cuando las Iglesias cristianas hablaban del Reino de Dios en este mundo lo identifi­ caban demasiado con los intereses político-religiosos suyos o de los llama­ dos Estados cristianos. Nada extraño que, en este contexto, el humanismo radical viese una relación excluyente entre el ‘Reino de Dios’ y el ‘Reino del hombre’. Se hizo indispensable recuperar el sentido mesiánico de fuer­ za intraterrena, histórica, encarnada y comunitaria que poseía la figura del Reino de Dios en el Antiguo Testamento y, con seguridad, en la más origi­ naria intención de Jesús histórico. De esta forma se logrará realizar el Reino

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