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EL GIRO ANTROPOCENTRICO DE LA TEOLOGIA ACTUAL 3 5 7 Es claro que, para curar todos los sufrimientos humanos es indispensa ble el concurso de todos los saberes humanos; excepto en quien tenga don de hacer milagros. Pero lo específico del cristiano, su aporte peculiar al alivio de la miseria humana hay que cifrarlo en la servicialidad, la generosi dad, liberalidad, gratuidad, desinterés del servicio caritativo. A esta ética de la generosidad y desinterés se refieren las altas reflexiones de Duns Escoto sobre la metafísica y mística de la caridad. La cual en fuerza de su dinamismo interno tiende a transformar la realidad dotándola de perenne novedad. Desde esta perspectiva el teólogo no debería tener inconveniente en aceptar —en forma analógica y anagògica— la fórmula o lema de la filoso fía (cultura) de la modernidad: no es tarea primordial suya el contemplar la realidad, sino transformarla por medio de la praxis. Pero, dice Escoto, «hemos demostrado que la verdadera praxis es la caridad». Por tanto hay recurrir a la caridad’, amor de liberalidad, de desinterés, de generosidad para transformar toda la realidad: el corazón del hombre en primer térmi no. Y luego la realidad entorno: las estructuras creadas por el hombre, y hasta la imagen que del propio ‘Dios’ se había formado el hombre. Por que el hombre burgués presentaba a ‘Dios’ como «la cifra del supremo interés humano », dador del bienestar y de la inmortalidad. No es así. Dios es la cifra de la suprema liberalidad, gratuidad y generosidad. Esa es su «praxis» respecto a los hombres. A esa imagen debe el hombre configurar su comportamiento para llegar a ser hombre perfecto por el pleno desarro llo de su libertad. La tensión dialéctica y hasta excluyente con que, a veces, se propone el bonomio «Reino de Dios-Reino del hombre» queda supera da. Dios, en perfecta liberalidad y gratuidad, llama al hombre a convivir su vida divina —quiere otros condiligentes de su Esencia, dice Escoto— y el hombre se entrega al servicio del Reino de Dios en el mundo en perfecto amor de liberalidad, en perfecto desinterés. Ahí logra el hombre su última perfección como ser libre y, al propio tiempo, deja que ‘Dios sea Dios’ (ut Deus sit Deus, dice Escoto en este contexto); y no disimulado motivo de amor interesado, de amor a su conveniencia humana (de la ‘affectio com- modi’). El antropocentrismo se plenifica y sobreeleva a teocentrismo; y el teocentrismo es rasgo de un Dios que condesciende liberal y graciosamente a ser un Dios de los hombres y para los hombres: un Dios-con-nosotros. Alejandro VlLLALMONTE Salamanca 12
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