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356 ALEJANDRO VILLALMONTE era la «sirvienta» (ancilla theologiae) de la teología, sabiduría suprema. Sin embargo, la teología de Duns Escoto, por ser praxis-amor de liberalidad debe ser también ejercer la servicialidad. Por eso, la metafísica teológica debe ser «sirvienta» de las ciencias humanas para elevar sus propósitos y ponerlas al servicio final del perfeccionamiento del hombre. No utilizarlas como instrumentos, sino como colaboradoras. La teología en cuanto doc­ trina, está al servicio del hombre, pues le señala cual es el fin último de la vida. Y en cuanto propone una norma ética en el mandamiento del amor, eleva, da cuerpo y promociona lo que es el deseo más radical del ser humano: el deseo de entregarse a un Bien infinito. La Iglesia, especialmente en la Gaudium et Spes , ha expresado con vigor su deseo de ponerse al servicio de los hombres que esperan, sufren y desean y disfrutan en este mundo. La misma tarea que vino a realizar el Hijo del Hombre: servir y no ser servido. Por tanto, también la teología, como función eclesial, debe asumir esta tarea de servicialidad, de ayuda y elevación de los saberes humanos. Ciertos es que Duns Escoto subraya con fuerza la «insuficiencia» de la filosofía, símbolo del mejor saber huma­ no en aquella época. Pero aunque sea «insuficiente» para llevar al hombre a su plenitud final, sin embargo, es «imprescindible» para comprender y realizar el Mensaje evangélico. La relación del teólogo Duns Escoto con la cultura/filosofía es bipolar: por una parte la declara «insuficiente» ¿para qué? Para descubrir el fin último de la vida humana; pero no lo es para señalar los fines intermedios y más cercanos. En la misma línea Escoto utiliza la mediación de la filosofía, para entender y practicar el Evangelio en una medida, con una frecuencia y una firmeza que hoy día podría parecer incluso excesiva. La pretensión anselmiana de «entender lo creído» la lleva el Doctor Sutil hasta las aplicaciones más difíciles. 8. Es fácil y correcto calificar a la «praxis» escotiana —y en el fondo a su preocupación por el hombre , a su humanismo— de metafísica, mística, espiritualista, trascendente, escatológica. Esta figura de «praxis» no debe abdicar de sus señales de identidad (que le confieren su ‘hecceidad’). Pero debe atender a las señales que los tiempos emiten: oírlo el Espíritu dice a las iglesias (Ap 2, 7-3, 22). Los cristianos de ahora quieren proseguir los trabajos y praxis de Jesús en referencia la Reino de Dios. Y Jesús anuncia la irrupción del Reino aquí y ahora, en las condiciones del presente mundo, en la historia que están viviendo y conviviendo los hombres. Sube a primer plano la función mesiánica de Jesús en la línea del mesianismo del Antiguo Testamento y del profetismo. Para realizar el Reino Jesús curaba todas las dolencias y males de los hombres: el pecado y todas las enfermedades del pueblo.

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