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EL GIRO ANTROPOCENTRICO DE LA TEOLOGIA ACTUAL 321 a) E l antropocentrismo cultural y religioso en que estamos inmersos se caracteriza no sólo por el hecho de que el hombre quiera saber siempre más verdades sobre el hombre, sino porque también se arroga el poder decir él mismo cual es la verdad en absoluto. Por otra parte, no se trata de una moda de las que afectan pasajeramente incluso a los cultivadores de la alta filosofía (y teología): es la culminación de proceso secular que viene cumpliéndose en occidente desde el humanismo renacentista hasta el an­ tropocentrismo radical e incluso agresivo, sea de tipo marxista o liberal. El impacto de esta cultura intensamente antropocéntrica en la refle­ xión teológica que en nuestros días se lleva a cabo, está muy a la vista. En cierto sentido forzada por las circunstancias, pero principalmente como resultado de una actitud positivamente buscada. Los motivos de esta re­ cepción benevolente y hasta agradecida por parte de la teología católica se debe a dos motivos básicos: empeño por inculturar el Mensaje evangélico dentro de las inquietudes, mentalidad y anhelos más positivos y profundos de la modernidad. La cual, como es conocido, está visceralmente impreg­ nada de antropocentrismo. Una tarea, pues, de la teología fundamental que ha cobrado vigor en nuestros días. Desde el interior mismo de la teología se han encontrado motivaciones más convincentes: la teología es un Saber de salvación (Scientia salutis) como decían los clásicos y, por tanto, tiene al hombre como punto constante, básico de referencia. Pues la «salvación» desde que el Padre la proyecta antes de la constitución del mundo (Ef 1, 2-16) hasta que se consuma le acontece siempre al hombre como ser salvando. Teólogos punteros de nuestra época, como E. Schillebeeckx y K. Rahner se han significado en la promoción de este «giro antropocéntrico» impreso a la teología. Nominalmente K. Rahner ha hecho de la realización de este «giro antropológico» (Die anthropologische Wende) el empeño primordial del gran empuje que quiso imprimir al pensamiento teológico. Así lo reco­ noce él y los mejores comentaristas de su obra. Más allá de individuos, intentos y problemas puntuales recordamos los amplios y, en sus días, vigorosos movimientos teológicos, en los cuales la proclividad e impregnación antropocéntrica aparece, en mayor o menor grado, innegable: teología de las realidades terrenas; teología del progreso; teología de la secularización y de la muerte de Dios; teología de la política. Hasta culminar en la Teología de la Liberación. Sus cultivadores la ofrecen franciscana a una teología del futuro», en Laurentinaum 26 (1985) 702-755. En este texto donde se habla de teología «franciscana» es fácil sustituir el calificativo por el de «escotista», ya que Duns Escoto es el «portaestandarte de la escuela teológica franciscana », según la carta apostólica A lm a M a ter , de Pablo VI. AAS 58 (1966) 611.

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