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336 ALEJANDRO VILLALMONTE «practicidad» se refiere Escoto cuando habla de la ciencia sagrada como de un conocimiento ordenado a la «praxis» del hombre. Téngase en cuenta que el «praxis» es un concepto camaleónico que cambia de color según el paisaje cultural en que vive. La ‘praxis’ de Aristóteles, la de Duns Escoto, la de M. Lutero, la de K. Marx, la de los teólogos de la Liberación es diferente. Tal vez haya en ellas un hilo conductor que permita homologarlas bajo un único signo verbal; pero la analogía entre ellas ha de ser muy flexible24. Si queremos que la «praxis» escotiana dialogue con la «praxis política», la preferida por la teología actual, debemos comenzar por marcar los ras­ gos peculiares de cada tipo de praxis. En forma esquemática —necesitada de explicaciones largas que ahora no podemos hacer— se diría: La praxis de Escoto es, ante todo y sin exclusividad, una praxis vertida hacia lo interior, espiritual, individual, celeste, escatológico, teocéntrico por sobre-elevación de aspiraciones. La praxis de Escoto es «interior-espiritual»; porque él la define como «amor recto de la voluntad , como caridad, la cual es formalmente ‘praxis’. Por tanto, sólo los actos elícitos, inmediatamente producidos por la voluntad son «práxi- cos», praxis. No desconoce Escoto que también otros actos humanos, imperados por la voluntad, pueden ser «práxicos». Incluso los que operan sobre la «materia exterior». Pero él es fiel a su mester de teólogo esencialista, metafísico. Habla de la razón formal de «praxis» que pervade las formas existenciales, concretas de ejercerla. El que Escoto, al hablar de la «praxis», tenga a la vista la individualidad, singu­ laridad, personalidad concreta de cada hombre se debe a la importancia que la libertad tiene en su visión del hombre. En ese momento Escoto no piensa en la dimensión social, comunitaria del individuo. Es otro tema. Pero evita todo indi­ vidualismo, en el sentido usual del término; porque la «praxis», al ser caridad, es amor de liberalidad, de gratuita comunicabilidad, de autodonación. También hay que calificar esta praxis escotiana como preferencialmente celeste- escatológica, centrada en la esencia divina como Centrum Amoris , al modo dicho. El querer decisivo de Dios sobre los hombres es que estos sea «condili- gentes» con El del Bien Infinito. Desde ahí se pone en marcha la historia de salvación: las «gestas y palabras» con que Dios lleva al hombre a la patria celeste, después de este tiempo de peregrinación. Además de otros motivos, Escoto está hondamente preocupado por el sentido viandante, peregrino y forastero caracte­ rística de la visión sanfranciscana del hombre. Cuando la teología actual usa este lenguaje, la praxis se refiere preferen­ cialmente, a una actividad social, política, que afecte al ser humano integral, 24. Merecería la pena reflexionar sobre si hay un camino que vaya desde la «praxis» prevista por Aristóteles, pasando —en nuestro caso, por Escoto— hasta culminar en la praxis que prepugnan los teólogos de la Liberación.

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