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332 ALEJANDRO VILLALMONTE de referencia y de retorno obligado de todo buen filosofar. Pero el hecho de que la vida humana, el hombre sea la realidad raíz-radical, no quiere decir que el hombre sea, sin más, la realidad más importante. Puede suce­ der que, precisamente ahondando en la profundidad del ser humano, se llegue a descubrir que existe otra realidad más importante que el hombre mismo. Ocurrirá entonces que, navegando el hombre por el mar proceloso de su existencia, llegue a prorrumpir en el grito de ¡Dios a la v ista !I6. Con toda la carga de problemas que este avistamiento de «Dios», trae consigo. Pues bien, sin haber tematizado su propio procedimiento encontramos que Duns Escoto parte del hombre —de alguna de sus características cons­ titutivas— para mostrar la racionabilidad, amabilidad y «humanidad» del Mensaje de salvación que Dios propone. E l sentido de la vida: pregunta del hombre respuesta de Dios. Me parece que esta es la forma más convincente de poner en práctica la consigna que acabamos de mencionar: partir de la existencia/vida humana, del hombre como la realidad radical desde la cual se llega hasta la pregunta por Dios. Se presupone que Dios —y cualquier Mensaje que en nombre de Dios se ofrezca— no tiene sentido, no es razonablemente admisible para el hom­ bre, si no le ayuda a resolver la pregunta fundamental: la pregunta por el sentido de la vida 17. Esta pregunta, de formulación específicamente «mo­ derna», era propuesta por Duns Escoto —y por la teología clásica— al preguntarse por el fin último de la vida humana. Toda la filosofía antigua pensaba que el fin último de la vida humana era el lograr la felicidad (eudaimonía-beatitudo). Si bien el objeto y el hogar donde se encontraría la beatitud se colocaba en diversas realidades de la tierra o del cielo. O bien, con los escépticos, ninguna parte. Los teólogos cristianos, cuando presentaban a los no-creyentes el Mensaje evangélico, aceptaban esta im­ postación medularmente antropocéntrica y vivencial del problema. Y se comprometen a mostrar que Dios, el Dios del Evangelio, es el fin último de la existencia y, en lenguaje moderno, el que responde a la radical pre­ gunta humana: la pregunta por el sentido, la razón de ser del humano existir, resistir y morir. 16. Esta idea puede verse comentada por J. M arías , fiel seguidor de Ortega, La idea de la metafísica , Buenos Aires 1956, pp. 38-48: Metafísica como ciencia de la realidad radical. Y en Introducción a la filosofía , Madrid 1947, pp. 429-437: «la vida humana como realidad radical: la cuestión de la trascendencia. El texto del propio ORTEGA, en Obras II, 485-488: ¡Dios a la vista'.». 17. Como muestra de este modo moderno de proponer la pregunta sobre Dios puede verse Juan A lfaro , De la cuestión del hombre a la cuestión de Dios , Salamanca, Sígueme 1989. Este enfoque del problema es fruto del intenso antropocentrismo de la cultura actual. Pero el hombre nunca ha dejado de ser protagonista de su propio pensar y desear.

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