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290 CEFERINO MARTINEZ SANTAMARIA en definitiva, un Dios alejado de la realidad, al cual hay que insertar como fundamento en un proceso ulterior. Este Dios no es el Dios real, de quien todo hombre tiene una idea más o menos concreta, sino el Dios de los sabios y filósofos, como ya denunció, en su día, Pascal; un Dios al que no se le puede rezar y, sin embargo, se le puede demostrar. Aquello a lo que se llega mediante la sola concatenación lógica de conceptos es una realidad objeto, no la realidad fundamento. La fundamentalidad buscada no es una realidad objeto, algo ajeno a las propias cosas reales, sino una realidad fundamento. «Es un momento de fundamentalidad —escribe Zubiri— porque no es una realidad-objeto sino una realidad-fundamento. Es lo que buscamos. La realidad-fundamento es la solución del enigma de la realidad y de mi realidad personal. Este problematismo de la realidad-fundamento no es algo que lleva al problema de Dios sino que es formalmente el problema de Dios. Lo que la religación manifiesta experiencial pero enigmáticamente es Dios como pro­ blema. «El problema de Dios pertenece, pues, formal y constitutivamente a la constitución de mi propia persona en tanto que tiene que hacerse inexorablemente su propia realidad, su propia figura de ser absoluto “con” las cosas estando “en” la realidad»40. En la trilogía Zubiri puso las bases para un tratamiento adecuado del problema de Dios. Porque Dios se hace necesariamente problema para el hombre no como algo ajeno, añadido de fuera, sino como algo que parte de la misma estructura del hombre, algo constitutivo suyo. Dios no se presenta al hombre meramente como una realidad objeto ajena a él, fuera de él, trascendente a él, sino que el hombre no necesita salir de sí para encontrarse con Dios. 3. Las pruebas clásicas de la existencia de Dios 3.1. Punto de partida de las vías cósmicas y antropológicas de acceso a Dios ¿De dónde se parte para acceder a Dios? Agustín de Hipona, Tomás de Aquino, Juan Duns Escoto, Manuel Kant, Xavier Zubiri y otros muchos pensadores se han hecho esta pregunta. Cada uno ha dado su respuesta, fijando en ella la pista de su caminar hacia Dios. 40. HD 110. Cf. V íctor Manuel B o rra g á n T o rre, art. c pp. 267-268. C. BACIERO, art. c., pp. 173-174; 176. E. R iv era d e V en to sa, «E l diálogo de Zubiri..., p. 362. G. G óm ez Cam bres, art. c., pp. 410-411.

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