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LIBERTAD Y NECESIDAD SEGUN JUAN DUNS ESCOTO 265 Artículo primero: si hay necesidad en algún acto de la voluntad Con la lógica que acabamos de indicar, Escoto analiza, en primer lugar, la necesidad de la voluntad divina. Su respuesta es inequívoca: en la volun­ tad divina hay necesidad tanto en el acto con que Dios se ama a sí mismo como en el acto por el que «espira» (actu spirandi) el amor que de El procede. La razón, según Escoto, es obvia: Dios es necesariamente feliz; luego ve y ama el objeto beatífico. La demostración de esta respuesta manifiesta los fundamentos ontoló- gicos del pensamiento escotista. El argumento principal es el siguiente: «La voluntad infinita se halla del modo más perfecto posible respecto del objeto perfectísimo. La voluntad divina es tal (infinita). Luego se halla del modo más perfecto en que puede hallarse respecto del mismo objeto. Pero no se hallaría perfectísimamente si no lo amara necesariamente... Luego.»10. La voluntad infinita y perfecta exige la suma perfección, en razón de su esencia, y tal perfección implica un acto necesario de amor respecto del objeto infinita y necesariamente amable. Si tal voluntad infinita pudiera no tener tal acto, es decir, si tal acto no fuera necesario, carecería de la perfec­ ción suma y no sería voluntad infinita y perfecta. Las palabras de Escoto nos presentan una precisa y original formula­ ción del argumento ontològico. Las categorías de «ser infinito», y de «vo­ luntad infinita» traducen el «nihil quo maius cogitari potest» de san Ansel­ mo. La voluntad infinita ha de amar necesariamente al ser infinito, en tanto que bien infinitamente amable, porque si no lo hiciera podría conce­ birse otra voluntad más perfecta, que se hallase, en relación con su bien, de un modo más perfecto que aquélla. En consecuencia, el amor del sumo bien es un acto necesario de la voluntad divina, que es, en su esencia íntima y en sus «procesiones», vida libre y amorosa. Además del indudable eco de la tradición agustiniana, hay aquí una visión cristiana de la vida divina que supera la concepción griega de la misma. Ni en los más sublimes pasajes del banquete platónico, en los que Diótima describe a Sócrates la «gran Belleza», ni en los textos de Plotino acerca del Bien como realidad primera e íntima del alma, ni en las pocas palabras conmovedoras de la Metafísica aristotélica acerca de la vida del intelecto divino, que Escoto comenta al final de la cuestión, en ninguno de estos textos insuperables del pensamiento griego encontramos este « ordo 10. Quaest. Quolib. XVI, 2.

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