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270 PABLO GARCIA CASTILLO San Agustín sostiene que el hombre fue hecho de tal manera que pu­ diera querer el bien y el mal, siendo así capaz de merecer o desmerecer. Pero, después de aquel estado primero, no podrá querer el mal y no por ello carecerá de libre albedrío, pues éste será mucho más libre si no se inclina al pecado. Y concluye: no hay que decir que la voluntad no existe o no es libre, porque no pueda querer la infelicidad21. San Agustín hace compatible la necesidad, la indefectible búsqueda de la verdad y de la felicidad, con la libertad, que es el ordo amoris, cuya esencia es el querer ser feliz. El axioma agustiniano de la felicidad como fin recto de la voluntad (beatos nos esse volumus»)22 es el fundamento de la concepción escotista de la rectitud del querer libre. San Agustín señala, en diversos pasajes de su De beata vita, que para ser feliz no basta tener lo que se quiere, sino querer lo conveniente, querer el bien permanente y eterno, es decir, vivir según la recta voluntad, que, en tanto imagen y participación de la divina, alcanzará la felicidad (beatitudo), obrando en conformidad con la voluntad divina23. El texto de San Anselmo, citado por Escoto, destaca aún más la recti­ tud como propiedad esencial del querer de la voluntad. Afirma, en efecto, que « el que posee lo que es propio y conveniente de tal manera que no pueda perderlo es más libre que el que lo p osee de modo que pueda perderlo. Pues es más libre la voluntad que no puede desviarse de la rectitud » 24. Escoto, siguiendo a san Anselmo, considera que la voluntad, como perfección pura, es recta, aunque la voluntad finita, en tanto que creada pueda pecar. Sin embargo, la posibilidad de desviarse de lo recto, la posi- 21. San AGUSTÍN, Enchiridion c. 105, n. 28. La relación de la libertad y la felicidad encuentran su mejor expresión en las obras agustinianas De beata vita y De libero arbitrio. En ambas aparece el paradigma agustiniano del hombre, imagen de Dios, cuya libertad y amor ha dejado como huella en el alma humana. Una obra que analiza ampliamente esta concep­ ción agustiniana del hombre es la de S. A lv arez TuRIENZO, Regio media salutis. Imagen del hombre y su puesto en la creación. San Agustín, Salamanca, Publicaciones Universidad Ponti­ ficia de Salamanca, 1988. 22. San AGUSTÍN, De beata vita, 2, 12. El ideal práctico de la filosofía helenística, que busca la felicidad, tal como lo toma san Agustín del Hortensius de Cicerón, constituye el principio filosófico y antropológico del pensamiento agustiniano, según recoge la conocida expresión de Varrón, que el obispo de Hipona cita: nulla est homini causa philosopbandi nisi ut beatus sit (De civitate Dei, XIX, 1, 3). Un principio que no reside en el ámbito de la naturaleza, sino en la voluntad, en el orden del querer, como ha mostrado S. ALVAREZ TURIEN- ZO, «San Agustín: utopía moral en los Diálogos de Casiciaco», en Religión y Cultura, 156-157 (1987) 9-41. 23. Este universal deseo de felicidad sólo se colma con el bien en plenitud, para el que hemos sido hechos. Esta satisfacción del anhelo de nuestro inquieto corazón la recoge san Agustín en su concisa expresión: Deum igitur qui habet beatus est (De beata vita, 2, 11). 24. San ANSELMO, De libero arbitrio c. 1. En el capítulo X de esta obra, san Anselmo afirma que «nihil liberius recta volúntate, cui nulla vis aliena potest auferre suam rectitudinem».

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