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244 ENRIQUE RIVERA ocasión a observar que Teilhard se muestra escotista al contemplar el in­ menso cosmos dirigiéndose al Punto Omega, que es Cristo. Pero es menes­ ter afirmar —hasta contra algunos escotistas demasiado teilhardianos— que si Teilhard ha clavado sus ojos de sabio biólogo en el Punto Omega, hacia el que converge la vida entera junto con la historia humana, Escoto contempla el grandioso plan divino primeramente en el Punto Alpha, en el que lee los signos sucesivos que intentan desvelar los misteriosos caminos de la Providencia divina en la creación y en la historia. Estos misteriosos caminos señalan a su vez la marcha triunfal de todo el cosmos hacia el Punto Omega de la consumación final. Baste por ahora señalar este hondo acercamiento y contraste entre el doctor franciscano medieval y el sabio paleontólogo de nuestros días P. Teilhard de Chardin10. Luz y gloria titulamos esta primera parte de nuestra reflexión. Ante la perspectiva teológica que nos ha ofrecido el beato Juan Duns Escoto de seguro que todos nos hemos sentido inundados de la luz y la gloria que irradia su concepción grandiosa del misterio de Dios. 2. Inflexión franciscana medieval en la estética y en la metafísica La mentalidad estética medieval ha sido resumida por el historiador E. de Bruyne en este denso juicio: «Continúa ininterrumpida la línea del clasicismo estético desde la Antigüedad griega al florecimiento de la esco­ lástica»11. Según esto hay que decir que la estética medieval, siguiendo al pensamiento clásico —en ocasiones a mucha distancia y en otras con matiz muy propio— tenía ante sí un doble problema estético: 1) en qué consiste la belleza; 2) cómo esta belleza es percibida por la mente humana. Por lo que toca al primer problema el comentador de la estética en Duns Escoto, Vicente Muñiz distingue, con J. O’Callaghan, tres grandes categorías es­ téticas de la filosofía griega: proporción o armonía, luz o claridad y pleni­ tud de s e r12. Escoto asume este legado platónico-aristotélico y le da una impronta franciscana, al contemplar la belleza en su origen fontal, Dios, 10. Entre los numerosos escritos de Teilhard recomendamos para nuestro propósito actual, Le milieu divin. Ed. du Seuil, París 1957. 11. Edgar de BRUYNE, Historia de la Estética, tr. por A. SuÁREZ. BAC. Madrid 1963, II, 648. 12. Vicente MuÑIZ RODRÍGUEZ, La estética según Escoto, en Homo et mundus. Acta quinti Congr. Scotistici Internat. Salmanticae, 21-26 sept. 1981. Romae 1984, p. 192. Es para­ lelo este estudio al que dedicó al doctor seráfico: La contemplación estética en San Buenaven­ tura, en: Naturaleza y Gracia 14 (1967) 181-204. Ambos estudios, de vanguardia en nuestro ambiente hispano, han estado muy presentes en esta reflexión.

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