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ESTETICA FRANCISCANA Y METAFISICA ESCOTISTA 243 había lugar para el pecado, ni para la pena subsiguiente. Todo es aquí luz y gracia, que de temporal, habría de trocarse en eterna. Pero la necia libertad humana se rebeló contra Dios. Esta rebeldía introdujo el pecado en el mundo y, con él, la pena como deuda debida. Es el cuarto signo que ve Escoto en los caminos de la predestinación divina. La historia es larga en relatar las anchas vías y los atajos siniestros por los que el hombre ha ido cometiendo maldades a lo largo de los siglos. No hay por qué describir lo sabido. Pero sí recordar que Jesús hizo lo que el Buen Samaritano que se apiadó del infeliz, maltratado en su viaje por los ladrones. Esta acción de Jesús como Buen Samaritano es el quinto signo que admira Escoto en la predestinación divina. Es el signo en que Cristo Jesús, quien debió entrar en el mundo como su gloria y florón, vino a nacer pobre en un pesebre y a morir entre dolores en una cruz. Así redimió al hombre de su pecado e hizo posible que pudiera realizar éste su primera predestinación a la gracia y a la gloria. San Pablo dirá que por Cristo Jesús se hizo esto con plenitud de superabundancia. Ante tan grandioso cuadro teológico, por mí torpemente diseñado, es para preguntarse si alguna de las múltiples concepciones, expuestas por U. von Balthasar en su citada obra Herrlichkeit tiene la magnificencia y pleni­ tud de esta del beato Juan Duns Escoto. De mi reflexión comparativa he concluido que hace coro armónico con las mejores. Tal vez nadie mejor que él ha asimilado y explanado la exaltación cristológica de las cartas paulinas, especialmente la de los E/esios y Colosenses, en las que se muestra a Cristo centro de la creación y de la historia. Hoy esta cristología se la contempla y estudia en visión de futuro. Llegará Cristo a recapitularlo todo. Vendrá la deseada «anakephalaiósis». Mas a nosotros franciscanos nos es grato poder constatar cuán hondamente Escoto entrevio este triunfo de Cristo Rey en su visión cristocéntrica de todo el cosmos. Afortunadamente los escotistas han recogido este mensaje. Que lo sigan potenciando. A mi vez me place sobremanera concluir esta primera parte de mi reflexión, comentando la actitud escotista del afamado sabio jesuita, P. Teilhard de Chardin. Como es largo el tema, me limito a resumirme en lo que afirma el autorizado C. Tresmontant: «Teilhard es escotista. A una concepción jurídica de la redención, Teilard prefiere una concepción de la redención, recibida de los Padres Griegos y de la gran tradición francisca­ na»9. Esta acotación pide ser ampliamente comentada. Me limito en esta 9. Claude TRESMONTANT, Introducción al pensamiento de Teilhard de Chardin, tr. esp. para Cuadernos T aurü S, Madrid 1968, 89.

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