PS_NyG_1994v041n002p0239_0259

240 ENRIQUE RIVERA Cristo, corren ambas paralelas hacia la consumación escatológica. No es cosa de señalar aquí, lo peculiar que san Buenaventura atribuye a estas edades. Pero place sobremanera acotar la conclusión que las resume: «Así pues, todo este mundo es descrito... a la manera de un bellísimo poema ordenado — pulcherrimi carminis ordinati — donde puede uno contemplar, en cuanto al decurso del tiempo... la sabiduría de Dios que gobierna el mundo. Y así como nadie puede percibir la belleza del poema sin percibir todos sus versos, de la misma manera ninguno percibe la belleza del orden y del gobierno del universo sin percibirla en su totalidad»3. Es de advertir cómo el enmarque agustiniano de sombras san Buena­ ventura lo margina. Y franciscanamente se atiene a la belleza de la obra de Dios que la sucia faena humana no puede sustancialmente mancillar. U. von Balthasar abre el segundo volumen de su luminosa obra HERRLICHKEIT — GLORIA — 4 con el texto de san Buenaventura que cierra el cap. I de su Itinerarium: «Luego, el que con tantos esplendores de las cosas no se ilus­ tra, está ciego...». Es modélico este pasaje al cantar las cosas como trasun­ tos de la gloria de Dios. Mas el pasaje acotado anteriormente, con el que abre el doctor franciscano su compendio de teología, Breviloquium, hace ver en más relieve y de modo más directo la belleza de la obra de Dios en la creación y en la historia. Ulteriormente tenemos que anotar con pena que si san Buenaventura —y lo franciscano en general— ha sido certeramente ponderado y asimila­ do en la obra citada de U. van Balthasar, no acaece otro tanto con el beato ]uan Duns Escoto. Una vez más se le ha estudiado casi exclusivamente desde su concepción del ser unívoco. Y se insiste en que la univocidad va unida en la mente de Escoto a la primacía del orden esencial ’ que es el orden de las quiddidades, quedando marginado el orden que hoy aprecia­ mos tanto: el orden existencia^. Un inquietante problema surge de esta interpretación del pensamiento de Escoto por el citado teólogo. Volvere­ mos sobre él. Y precisamente en cuanto fundamenta uno de los aspectos más propios de la estética franciscana. Ahora seguimos en nuestro intento de mostrar cómo la concepción genial de Escoto da plenitud al mundo de belleza — «carmen pulcherrimum —■, vividos tensamente por Agustín y Bue­ naventura. 3. Breviloquium, prologus: 2. De longitudine Sacrae Scripturae (Madrid, BAC., Obras de san Buenaventura, 1945, I, 174-178). 4. Herrlicbkeit = Gloria. Una estética teológica, trad. de J. L. ALBIZU. Parte II: Formas de Estilo. Vol. II: Estilos Eclesiásticos. Ireneo, Agustín, Anselmo, Buenaventura, Edic. En­ cuentro, Madrid 1986, 2, 11. 5. O. cit. Metafísica. Edad Antigua, 3, 377-380.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz