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ESTETICA FRANCISCANA Y METAFISICA ESCOTISTA 249 Rectamente anota H. Heimsoeth que este orden de valores en la gra­ duación de los seres por la máxima filosofía antigua estaba en abierta opo­ sición al cristianismo. En éste lo esencial del cosmos es el individuo. Y dentro de los individuos la persona con su destino eterno. Por nuestra parte añadimos que ha sido una tragedia mental que el pensamiento de los SS. Padres y el de la escolástica, incluso del mismo santo Tomás, haya intentado componer lo que de suyo era incomponible. Esto es tanto más de tener en cuenta por cuanto no fueron plenamente conscientes de la irreductibilidad de ambos pensamientos. Baste citar el caso del gran esco­ lástico, Enrique de Gante, posterior a santo Tomás y con el que cuestiona Escoto caá en cada página. Llega a afirmar que Dios conoce los individuos a través de los géneros y las especies. Ya está bien esta ponderación de lo universal sobre lo individual en un teólogo de nombradla en aquella época. Así, pues, ante este panorama metafisico-teologico de exaltación de lo universal sobre lo individual H. Heimsecth declara: «Sólo con Duns Esco­ to sobreviene un gran cambio en toda la cuestión». Advierte que le habían preparado el camino otros franciscanos, como san Buenaventura. Pero fue Escoto quien decidamente dio una vuelta de campana a la valoración de los seres en el árbol porfiriano, propuesta por el platonismo. Para Escoto, afirma textualmente este historiador, «La naturaleza culmina en el indivi­ duo. La individualidad de las creaturas y la diferencia esencial de cada una respecto de los demás individuos no significan una imperfección de las mismas, sino algo que Dios ha querido expresamente. Lo individual se eleva por encima de los meros géneros y especies como una forma superior de existencia, la suprema de todos los seres creados. Los individuos son un fin último y supremo del Creador, que quiere conceder la eterna biena­ venturanza a los más nobles de ellos»22. Con eSte comentario a la metafísica de Escoto respiramos cristianismo a pleno pulmón. Ya era hora de que el pensamiento cristiano rompiera con el platonismo en su menosprecio de lo singular. Pero Escoto no se contentó con ponderarlo. Caló hondo en la raíz de la individuación del mismo. Y lo hizo con su famosa haecceitas, por lo que la cosa viene a ser «esta cosa». Permítaseme la broma de recordar que a mis diez años, por estos paisajes aprendí a declinar el pronombre irregular hic, haec, hoc. Doy gracias a Dios de que en mis años reflexivos el beato Juan Duns Escoto me haya enseñado a declinarlo en el corazón de la metafísica. Con el detalle de que esta declinación ha pasado, en su femenino de «haec», a ser patri­ monio de nuestra metafísica de Occidente. Los mejores diccionarios de 22. O. cit., p. 253ss.

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