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LA BEATIFICACION DE JUAN DUNS ESCOTO, FINAL DE UN «ITER» 233 Nuevos intentos, nuevos procesos: 1900-1920 Sabemos que los siglos 18 y 19 no fueron tiempos en que los estudiosos prestaran mucha atención a los escolásticos. Y el resurgimiento de la nueva escolástica, a finales del siglo 19, se presentó con un tomismo arrollador, al socaire del cual se trató de desprestigiar, incluso intelectualmente, la figura de Escoto. Esto no obstante y a pesar de presiones disuasorias desde arriba, en los años 90, vuelve el interés por el estudio de Escoto al reeditar­ se sus obras en 26 volúmenes por la editorial Vives de París (1891-1895). Por otra parte, al acercarse el cincuentenario de la proclamación del dogma de la Inmaculada Concepción, se hizo más vivo el recuerdo del teólogo que la había defendido con tanto fervor e inteligencia. Y en el Congreso Mariano de Lión, en 1900, se hicieron votos por su beatificación. La cosa comeháó a moverse entre los franciscanos. El Vicepostulador P. Francisco María Paolini encontró en Génova, varias representaciones de Escoto: una estatua, un cuadro, un fresco y un grabado, que servirían para un proceso formal a celebrar en otra parte, como prueba de que existía un culto públi­ co a Escoto. Pero la curia de Génova quiso celebrar un proceso en toda regla. Tuvo lugar del 7 de julio de 1904 al 16 de septiembre de 1905. El resultado fue negativo. No constaba de un culto público en Génova. Pero los ojos del Postulador, P. Ciro Ortolani da Pesaro estaban en otra parte: Había que volver a Ñola, donde el culto de Escoto seguía ininterrumpidamente. E l 20 de noviembre de 1905 se abre el segundo proce­ so de Ñola. En la segunda sesión, el 22 de noviembre el Postulador presen­ tó los puntos que había que demostrar en la causa con la conclusión gene­ ral: «Consta del culto público y eclesiástico (post omnem hominum memo- riam) inmemorial tributado al Beato Juan Duns Escoto antes, durante del tiempo urbaniano (1534-1634) y después del mismo» 17. Aparte de los testimonios referentes al culto, en este proceso se presen­ tó la relación de algunas curaciones milagrosas entre ellas la de un francis­ cano, P. Francisco Cantoni. La certificación de esta última la firmaba el médico Agustín Gemelli, que era entonces novicio franciscano en Rezzato bien que ese era un ambiente excepcionalmente favorable para acoger y conservar dicha devoción a la Virgen Inmaculada y a su defensor». (Positio, 175). Es por lo que, citando el epitafio de la tumba de Escoto en Colonia: «Escoda me engendró, / Inglaterra me acogió, Francia me enseñó, / Alemania me posee», me he atrevido a añadir: «España contribuyó a glorificarme». Cf. el artículo «España contribuyó a glorificarme», en El Mensajero Seráfico CV (mayo 1963) 134-136. 17. Positio, 1017.

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