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2 18 UMBERTO TRAMMU La difusión del culto de la Inmaculada Más pertinente me parece hacer aquí tres observaciones. — La difusión del pensamiento y de la figura de Juan Duns Escoto va al paso del aumento de fe cristiana en la Inmaculada Concepción de María. En realidad, este culto en la Campania asciende, al menos, al siglo IX, como lo atestigua el Calendario marmóreo de Nápoles. Pero aquí habla­ mos de la difusión del culto de la Inmaculada en el que tuvo, sin duda alguna, un gran influjo el empeño del «Doctor Sutil» en defender aquel privilegio mariano. En Ñola, los franciscanos, al difundir el culto de la Inmaculada, difundieron igualmente la veneración de su cantor-teólogo. Acabó todo en que el pueblo cristiano aunó la figura de Duns Escoto con el privilegio de la Inmaculada Concepción. Lo testifica la abundantísima producción pictórica en numerosas iglesias de la diócesis de Ñola, donde siempre la Inmaculada está representada en lugar central, o en todo caso eminente, teniendo a sus pies, sólo o con otros santos, un frailes francisca­ no con cabeza aureolada y, en ocasiones, con esta explícita inscripción «Beatus Scoto». Son cuadros de altar, telas y frescos, que se suceden desde 1500 (Ñola, Lauro, Liveri, Somma Vesuviana) hasta el presente, de manera ininterrumpida. Aún cuando el beato sea representado en estatua sobre la fechada de la iglesia, se halla en el centro La Inmaculada en alto y, debajo, nuestro Doctor con santo Tomás de Aquino que ocupa el otro lado (Salvia- no y Terzigno). Todo esto me parece digno de ser notado: por una parte se pudiera decir que la Virgen santísima haya querido glorificar a su cantor. Por otra parte, como que la piedad popular ha intuido que la santidad de la Inma­ culada, si es privilegio singular, no permanece encerrado en la persona de María —como rapiña, que diría san Pablo— sino que, por medio de ella, se refleja y se transmite a cuantos la veneran, la aman y cantan sus glorias. ¡Qué estupenda enseñanza para los cristianos de hoy! — Otra observación. La teología verdadera es la que hace vivir lo que el entendimiento, iluminado por la fe, va escrutando. Si bien es verdad que el demonio conoce a Dios mejor que cualquier entendimiento humano, este conocimiento no puede llamarse «teología», porque ésta lleva en sí una ciencia llena de fe, de reverencia y de amor, como de modo egregio ha demostrado un preclaro sacerdote nolano (Sorrentino Domenico, Teología e santità, en «Quaderni dellTstituto Superiore di Scienze Religiose Duns Scoto», Nola 1992, pp. 9-25).

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