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LA INTELIGENCIA DE LA FE 215 sabiduría. Sería envilecer al hombre atribuirle un fin inferior al infinito divino libremente alcanzado. El humanismo filosófico se ha de abrir sobre un humanismo teológico, más bien teocéntrico. Al dar todo su valor al espíritu finito, lo reconoce como esencialmente ordenado a un Dios infini to, el único que puede revelarle su insospechada dignidad y permitirle alcanzar el destino que le ha prometido. La verdadera libertad del hombre no lo aleja de su fin natural y de su destino sobrenatural. Más bien conduce a ellos. En la prevalencia de sus reflexiones sobre la caridad Escoto acompaña y vive uno de los grandes cambios del pensamiento occidental. En sus discusiones continuas con filósofos y teólogos esboza las formas más abier tas y sutiles de la racionalidad. Si bien legitima la autonomía de la razón, traza los límites de la filosofía. Y dentro de estos límites no hay campo que no haya profundamente renovado: ontología del singular, conocimiento mediante la intuición, moral de la libertad, matemática del infinito, metafí sica del ser en cuanto ser. Los historiadores, los científicos y filósofos no cesan de buscar en sus obras los orígenes del pensamiento moderno. La Iglesia, reconociendo en ello la obra de este beato, recuerda al mundo moderno de donde proviene. Proclama que sus fuentes son verdades cristianas, pese a que, en ocasiones, se las vacíe de contenido, al alejarse de su propio origen. De esta manera se indica cómo la razón y la fe puedan ir de acuerdo en la conquista del bien supremo. Con esta solemne ceremonia, la Iglesia recuerda con gratitud la vida y la obra del célebre escocés Duns Escoto. Juan el Escocés, ocupa de esta suerte, con la modestia que compete a un fraile menor, un puesto en pos de san Bernardo, san Buenaventura, san Alberto Magno y santo Tomás. Card. Jean-Marie LUSTIGER Arzobispo de París (Original italiano en «L ’Osservatore Romano», 19-marzo-1993)
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