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LA VERDAD Y EL AMOR DE DIOS 211 Duns Escoto es sobremanera actual aún a la luz de los acontecimientos político-sociales de nuestros días, en cuanto estos se manifiestan de modo claro a favor de la dignidad del hombre. Esta dignidad halla su fundamen­ to en que éste es persona. Escoto pone en esto un fuerte acento y nos ayuda a ver más claro. Dios no crea el todo, que sólo sucesivamente va haciendo aparecer los concretos singulares. Más bien la voluntad divina se dirige hacia el concreto individual. El Creador quiere que cada uno sea un ser humano único y singular, irrepetible que, cual el Tú del Verbo del amor de Dios, posee un valor infinito. Por este motivo la dignidad y los derechos humanos vienen dados por Dios a cada hombre singular y no pueden ser eliminados ni por el Estado, ni por la sociedad. Si esto no se tuviera en cuenta y todo se viera subordinado a la filosofía o a la política, la dignidad de cada uno se la vería falseada. Las consecuencias inhumanas del hegelianismo/marxismo, del socialismo comunista o de la ideología ra­ cista del nacionalsocialismo se hallan ante los ojos de todos. Las positivas consecuencias cristianas se manifiestan en infinitas ocasiones a cuantos se ocupan de los moribundos, de los huérfanos, de los enfermos y de los ancianos. Sólo aquellos que se sienten tocados por Dios saben que tienen en sí el poder responder al amor de Jesucristo, de tal suerte que, dándose a los otros, no pierden nada, más bien, pueden recobrar lo que aparente­ mente han perdido en la corriente personal de su amor a Dios. Dios quiere la salvación de todos, de cada uno sin excepción. La quiere en una elección libre de la gracia, que no fuerza, sino supera en el Hijo Crucificado el rechazo del hombre, fruto del pecado. La concretez máxima de la elección personal está representada por la Inmaculada Concepción. Escoto, gracias a su pensamiento personal y claramente cristológico, ha tenido la posibilidad de desarrollar la enseñanza del misterio de la Inmacu­ lada. En María se hace visible, personalmente concentrada, la consecuencia de la salvación, a través de Jesucristo. La Iglesia no celebra la salvación del hombre de modo abstracto, antes bien, de modo personal; no por una vía teórica, sino concretamente. De este modo la concepción original de hom­ bre resplandece de forma nueva en la Immaculata Conceptio. La creación y la gracia provienen de la libertad de Dios y hacen posible nuestra libertad y nuestro amor. Si aceptamos esto, entonces llegamos a comprender tam­ bién cuáles hayan sido nuestros orígenes. María respondió al anuncio del Angel: «Hágase en mí lo que se me ha dicho» (Le 1, 38). Y en el Padre Nuestro decimos nosotros: «Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo». La voluntad del Padre es libre, libre por el amor infinito del Hijo y del Espíritu Santo en el cielo - Él nos hace libres en la tierra, libres por el amor de Dios y del prójimo.

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