PS_NyG_1994v041n002p0199_0207

204 FR. H. SCHALÜCK - FR. L. SERRINI - FR. F. R. CARRARO - FR. J. ANGULO maestro de «un serio diálogo, que tenga como base el Evangelio y las antiguas tradiciones comunes, y que pueda conducir a aquella unidad en la verdad por la que ha orado Cristo. Bien puede dar él al diálogo... aquel espíritu seráfico que atribuye la hegemonía a la caridad. Él indaga y exa­ mina los desarrollos del conocimiento con cuidadoso método crítico, con la mirada fija en los principios generadores, y con sereno juicio propone sus deducciones, movido, como dijo de él Juan de Gerson, no por la con­ tenciosa singularidad de vencer, sino por la humildad de encontrar un acuerdo». Por tanto, la riqueza y fecundidad del pensamiento de Escoto depen­ den del hecho de que él se mostró respetuoso con la libertad de los interlocutores. Pensar era para él como un dialogar, donde no se mira tanto a la afirmación del propio punto de vista, cuanto a hacer aflorar y aceptar la verdad doquiera ésta encuentre. «Para entablar estos serenos coloquios entre las Confesiones cristianas —declaraba Pablo VI— la doc­ trina de Escoto podrá ofrecer un entramado áureo con su ingenio ágil y fecundo no menos que con su sabiduría práctica». Y lo motivaba: «Fue, en efecto, un teólogo que construye porque ama, y ama con un amor concreto que es praxis, como lo define él mismo: «Se ha demostrado que el amor es verdaderamente praxis» (Ordinario, prol., n. 303; Ed. Vat. I, 200)». Para nosotros, franciscanos, el beato Juan Duns Escoto sigue siendo un testigo y un profeta. Que su espíritu y su obra de hijo del Probrecillo de Asís revivan en nuestro tiempo: en el diálogo entre creyentes, y no creyentes, en el diálogo entre católicos y no católicos, en el diálogo entre evangelización y culturas. En la centralidad de Cristo la centralidad del hombre, en la centralidad del hombre la centralidad de la libertad «ut voluntas», «ut praxis»: para que desde la contemplación de la caridad de Dios se llegue a la evangelización testificante de la caridad. Que el testi­ monio del beato Juan Duns Escoto podamos extraer un modelo vivo de vida evangélica y que de su pensamiento podamos sacar inspiración para nuestra profecía, en nuestro convulsionado tiempo que reclama testigos y profetas. Con motivo de las fiestas navideñas, no es grato volver nuestra atención a aquella imagen inconográfica que representa al beato Juan Duns Escoto disponiéndose a escribir su especulación sobre el Verbo encarnado, prefi­ riendo abundar en la alabanza a decir poco de él: contempla y recibe inspiración del Verbo encarnado que se le aparece en la forma de un Niño que lo acaricia suavemente, mientras la Virgen invoca sobre él, cantor de la Inmaculada Concepción, los ríos de la sabiduría divina (cf. B. Gutwein

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz