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202 FR. H. SCHALÜCK - FR. L. SERRINI - FR. F. R. CARRARO - FR. J. ANGULO p. 612). De Dios, el Ser primero y total, infinito y libre, lo amaba todo y deseaba conocerlo todo. De ahí su perspicaz especulación puesta al servi­ cio de una atenta escucha de la revelación que Dios hace de sí mismo en el Verbo eterno: para conocer a Dios, al hombre, el cosmos y el sentido primero y último de la historia. En la historia de la reflexión cristiana sobresalió como el Teólogo del Verbo encarnado, crucificado y eucarístico: «Digo, pues, como opinión mía, —escribía a propósito de la presencia universal del Cuerpo eucarístico de Cristo en cualquier parte del espacio y del tiempo cósmico— que ya antes de la Encarnación y antes de que «Abraham existiese», en el origen del mundo, Cristo pudo haber tenido una verdadera existencia temporal en forma sacramental... Y si esto es así, se sigue de ahí que la Eucaristía pudo haber existido antes de la concepción y de la formación del Cuerpo de Cristo en la purísima sangre de la Bienaventurada Virgen» (Reportatio parisiensis, IV, d. 10, q. 4, 8.9; Ed. Vives XXIV, 69a, 70a; cf. Ordinatio IV, d. 10, q. 4, n. 6-7; Ed. Vives XVII, 232 a, 233a). El beato Juan Duns Escoto, desarrollando la doctrina de la Predestina­ ción absoluta y del Primado universal de Jesucristo, despliega su visión teológica, anticipando, en cierto modo, la teología de la Iglesia de nuestros tiempos: «El Verbo de Dios, por medio del cual todo ha sido creado, se ha hecho Él mismo carne, para realizar, Él, el hombre perfecto, la salva­ ción de todos y la recapitualación universal. El Señor es el fin de la historia humana, «el punto focal de los deseos de la historia y de la civilización», el centro del género humano, la alegría de todo corazón, la plenitud de sus aspiraciones. Vivificados y coadunados en su Espíritu, nosotros cami­ namos como peregrinos al encuentro de la perfección final de la historia humana, que corresponde al pleno designio de su amor: «recapitular en Cristo todas las cosas, las del cielo y las de la tierra» (E f 1, 10)» (Concilio Vaticano II, Constitución pastoral sobre la Iglesia en el mundo contemporá­ neo «Gaudium et Spes», n. 45). De la autorrevelación de Dios en el Verbo la revelación del misterio del hombre: «En realidad solamente en el miste­ rio del Verbo encarnado encuentra luz verdadera el misterio del hombre. Cristo, al revelar el misterio del Padre y de su amor, desvela también plenamente el hombre al hombre y le da a conocer su altísima vocación. Puesto que en Él ha sido asumida la naturaleza humana, por eso mismo ella ha sido elevada en nosotros a una dignidad sublime. Con la Encarna­ ción, el Hijo de Dios se ha unido en cierto modo a cada hombre» (Gau­ dium et Spes, n. 22). La verdad filosófica, pues, que él ha perseguido en la sólida y rigurosa confrontación con la opinión de los antiguos y de sus contemporáneos

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