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LAS ARTES EN LA REPUBLICA PLATONICA 133 Tampoco se puede contar —porque no faltarán los que así lo crean— que el héroe Aquiles, dechado de toda Grecia, sea tan bárbaro como lo muestra Homero, y que se exalte como virtudes en él el que mantiene dos vicios: afán de riqueza e insolencia con los dioses. Ni muchas otras accio­ nes y pensamientos atribuidos a los dioses y a los héroes por parte de los poetas. El poeta, según Platón, no es hombre de saber en el sentido filosó­ fico de la palabra, ni tampoco de verdadera opinión, en el sentido de los prácticos ni filosóficos, sino que imita la vida tal como la multitud la con­ sidera hermosa y buena. Su obra es el reflejo de los prejuicios e ideales imperantes, pero le falta el verdadero arte de la medida sin el cual no es posible sobreponerse al engaño y a la apariencia. Y como el poeta descono­ ce la verdad y el ser, es muy posible que caiga en el error, como consecuen­ cia directa de la ignorancia —pues, si acierta en la verdad será sólo por azar y no por conocimiento— y sus creaciones serán quiméricas y fabulosas cuando no simplemente inaceptables desde el punto de vista ético, funda­ do en la razón; pues «la mentira —en el nuevo orden— es odiada no sólo por los hombres, sino también por los dioses (R. 383c). En el orden que va del verdadero ser a la máxima apariencia, el artista ocupa el último lugar ya que, el ejercicio puro de la inteligencia en el mundo absoluto, constituye la mayor virtud; continúa en segundo lugar el pensamiento como búsqueda de la verdad; en tercer término está la creencia que es la opinión del vulgo y del hombre no aplicado a la filosofía ni a la ciencia; y, en último lugar, como actividad más despreciable aún, en cuanto se aleja al máximo de la verdad, está la imaginación, facultad con la cual los poetas y los artistas construyen sus mundos de ficción, reñidos completamente con la inteligencia, el pensamiento y la verdad. Por tanto, a los poetas ignorantes del ser, de la verdad y el bien, que basan su actividad en la más engañosa de las facultades humanas, no les corresponderá en modo alguno, en el nuevo Estado platónico, inventar fábulas, sino que ésta será tarea de los hombres conocedores de la virtud y la verdad, es decir, los sabios y filósofos. 2. C o n d ic io n es p a r a u n a n u e v a virtud Una de las características centrales de la ética platónica reside en el notable esfuerzo del filósofo por racionalizar el mundo de los valores. Sin dicha condición esencial no quedaba posibilidad real de constituir un mo­ delo universal para la conducta interior y exterior de los hombres. Hasta entonces los modelos de virtud estaban fundados sobre bases caprichosas

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