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128 J. O. COFRE están más que al servicio de los valores éticos, debiendo por tanto ajustarse estrictamente a estos últimos. En Grecia no se conoce aún la concepción del arte como realidad autárquica. Ni siquiera Aristóteles le confiere una función absolutamente autónoma. Cuando llega Platón al mundo antiguo, la filosofía ya tenía camino avanzado en su tarea de poner límite a la peligrosa distorsión que la poesía hacía de la realidad. Platón comprendió que dicha empresa o era empren­ dida por la política, o lo era por la filosofía. Mas, como el político también se contaba entre los formados por la escuela poética no le quedaba sino al filósofo acometer la tarea. Ese es también el intento de Platón. Para Platón un valor supremo es la verdad, esto es, la captura racional de los seres absolutos: las Ideas. Por tanto, ésta es la única realidad capaz de conducir al hombre por el camino recto de la virtud, la justicia y el bien. Cualquiera otra dirección que tome la acción o la deliberación huma­ na ha de estar, por fuerza, supeditada y conducida por la verdad. Y como la verdad se logra sólo a través del uso y ejercicio de la razón —al menos para Platón— 3, ésta será la encargada de vigilar y conducir el comporta­ miento humano a fin de asegurar el recto camino, debiendo a su vez de­ nunciar y castigar cualquier intento que ponga en peligro la consecución de la acción primera. De ahí que para censura y condenar a la poesía, Platón recurra a plantear una cuestión ontologica. En efecto, filósofo es, según nos dice Sócrates, el que ama contemplar la verdad. El concepto «amar» expresa el anhelo del alma; el término «contemplar» significa el ejercicio de este anhelo; y, el término «verdad», es el fin de la acción del alma amante y contemplativa y, por tanto, es el supremo valor a que puede —y debe— aspirar el espíritu humano. Filóso­ fo, pues, es todo aquel que está movido por este imperativo de buscar el ser o la verdad. El ser es lo que existe de una vez, absolutamente y sin restricciones; esto es, la Idea, en lenguaje de Platón. De tal suerte que la Idea es la verdad, y el conjunto de las Ideas constituyen el mundo verdade­ ro, real, o del verdadero ser. Ahora bien, podemos preguntar: ¿la poesía, como creación humana, forma parte de la filosofía o bien escapa, como 3. Desde luego que, en otro contexto, la intuición artística ha sido considerada, en reiteradas ocasiones, también como una forma de acceso a la verdad. De hecho, siempre se ha sostenido que el arte busca la verdad, tan sólo que por vía distinta de la racional. No obstante, Platón ni siquiera considera esta opción. Sin embargo, el eros platónico, que es amor a la belleza, eleva al hombre de las cosas sensibles a las inteligibles. Así, pues, es posible encontrar en el mundo sensible objetos que participan de la Idea de belleza, y éstos, en tanto participantes, ofrecen el alma humana un camino para acercarse a los seres absolutos. En todo caso, el arte no ofrece esta posibilidad, según Platón.

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