PS_NyG_1994v041n001p0125_0160

152 J. O. COFRE sobre todo la oscuridad del problema y la brevedad de la vida del hom­ bre» 24. Palabras que no obstante le acarrearán una acción judicial por incredu­ lidad, cuestión que, a no mediar su huida, habría terminado en condena. Como los asuntos religiosos tenían en Grecia dos ámbitos de acción, uno político-cívico y otro privado, referido a la conciencia de cada ciuda- dano¿ era posible y permitido mantener las creencias que se desearen en torno a las divinidades y la religión, siempre y cuando dichas creencias no alteraran ni perjudicaran la concepción oficial y pública de la religión, la que era celosamente guardada por políticos, poetas o cualquier ciudadano que se creyera con vocación para ello25. Mas, como los griegos siempre creyeron que los dioses eran guardado­ res de las ciudades —y la religión tradicional estaba más o menos adentra­ da en las clases populares—, no permitieron nunca la crítica abierta y pública, por temor a subvertir el orden político y jerárquico de la sociedad y el gobierno. Por ello es que, después de los ataques de Jenófanes, las ciudades se pusieron en guardia y custodiaron con mayor rigor las enseñan­ zas de los filósofos, probando con ello muchas acusaciones, algunas de las cuales pusieron en inmediato peligro de muerte a distinguidos pensadores y terminaron por llevar al propio Sócrates a la pena capital. Platón, como filósofo y ciudadano, tendrá que enfrentar el problema palpitante en la cultura de su tiempo. Se verá en la obligación intelectual y ética de propo­ ner sus puntos de vista ante los problemas de politeísmo, de la existencia o no de la divinidad, así como del carácter y la esencia de ésta. La actitud con que Platón aborda el asunto de los dioses es siempre sumamente cuidadosa y pía, diferenciándose en esto de los anteriores pen­ sadores que por lo común plantearon el asunto sin mayores prolegómenos y cuidados. En un pasaje de Las Leyes, los viajeros llegan al problema de la piedad y la impiedad cuando se trata de investigar acerca de los dioses. Al respecto un personaje afirma: «Solemos decir que no está bien investigar acerca del mayor de los dioses ni el universo entero, ni tampoco entrometernos a buscar causas porque ello sería impiedad; pues bien, lo que parece es que, sin embargo, la única conducta que parece realmente justa es la contraria a ésta (L. 821a)». 24. DlÓGENES L aercio , Vida de los filósofos más ilustres, Buenos Aires 1960, 44. 25. Es el caso del artesano, el político y el poeta que se encargan de acusar a Sócrates por supuesta impiedad y otros delitos.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz