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LAS ARTES EN LA REPUBLICA PLATONICA 141 el amplio sentido de la palabra griega ésta no abarca sólo lo referente al tono y al ritmo, sino también —y según la acentuación platónica incluso en primer término— la palabra hablada, el logos » 13. La armonía, que es uno de los elementos centrales de la música, es entonces el atributo esen­ cial del nuevo ideal de virtud. Expresión que por lo demás apunta a un orden superior y divino que se manifiesta en el universo, en el cosmos y en la naturaleza. Consecuente con esto Sócrates exclama en el Libro III de La República: «Entonces, en nombre de los dioses inmortales, ¿no es igualmente cier­ to que tampoco podremos llegar a ser músicos, ni nosotros ni los jóvenes que pretendemos educar, mientras no reconozcamos, dondequiera que aparezcan, las formas esenciales de la templanza, de la fuerza, de la genero­ sidad y demás virtudes humanas?.. (R. 402d)». Y para llegar a ser músico es necesario dejarse conducir por el alma al encuentro de todo lo bello y lo gracioso, con objeto de formar un espíritu sano y puro. Para conseguir este estado Platón exhorta al educador a obli­ gar a los niños a imitar y amar lo bello, y a obrar conforme a la armonía en sus acciones. El discípulo de Sócrates tiene la firme convicción de que la educación es un proceso que debe comenzar por la niñez, pues en esa etapa el alma infantil se encuentra particularmente apta para recibir las mejores —o peores— impresiones y vivencias que perduran y orientan la vida futura del muchacho. «No hay, pues, —dice Platón— elementos más aptos que el ritmo y la armonía14, para apoderarse del alma del niño e imprimirle el sentido de la proporción, la gracia y la belleza». Será enton­ ces digna de ser valorada, toda aquella manifestación sensible que despierte en el alma el sentido de lo armónico y lo mesurado y, en consecuencia, habrá que alejar del alcance humano cualquier manifestación que arrastre al espíritu hacia un extremo, infundiéndole estrema tristeza o desaforada alegría, Por eso Platón reprueba todo tipo de melodías que exaltan senti­ mientos depresivos, lamentaciones o tristezas y llega a prohibir en su Esta­ do una serie de instrumentos musicales aptos para desequilibrar el alma de quien escucha. Otro tanto acontece con la poesía que se dirige al sector irracional y exalta las tendencias pasionales del alma. La tragedia, por ejemplo, que se complace en mostrar al hombre en su caída, de la mayor felicidad a la extrema desdicha, despierta en el espectador sentimientos 13. W. J a e g e r , o . c ., 604. 14. En la importancia que Platón concede a la armonía puede observarse la influencia de las doctrinas órfico-pitagóricas que buscaban armonizar la vida con la naturaleza, pues ésta y aquella poseen un mismo origen y finalidad.

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