PS_NyG_1994v041n001p0125_0160

LAS ARTES EN LA REPUBLICA PLATONICA 139 sentirá actuar y en ningún otro más»; a pesar de que más tarde vaya a Siracusa a intentar la fundación externa de un orden semejante11. 3. L a nueva educación Según lo observado sabemos perfectamente que la virtud propia del hombre consiste en la justicia. Pues bien, corresponde entonces aclarar una cuestión capital: ¿puede o no enseñarse la virtud? Si la respuesta es afirmativa Platón elaborará un programa educativo destinado a modelar el alma por un lado y a instruirla por otro. Si la respuesta es desfavorable, no habrá posibilidad ninguna de propender a la educación colectiva y sistemá­ tica del pueblo griego en los nuevos valores, si éstos fuesen, por ejemplo, atributos de algunos escogidos por el linaje o privilegiados por la divinidad. La educación es la actividad humana que tiene por objeto hacer del hombre un ser socialmente eficiente y humanamente justo. En una palabra, virtuoso. Educación, es pues, «la formación que desde la infancia ejercita al hombre en la virtud y le inspira el divino deseo de llegar a ser un ciudadano perfecto, que sepa gobernar y ser gobernado de acuerdo con recta justicia» (L. 642d). Ninguna actividad humana resultará bella y co­ rrecta si no está basada en la areté propia del hombre: la virtud o ejercicio armónico de la justicia. A lograr esta base esencial deben encaminarse los esfuerzos humanos ya que, cualquier destino individual o colectivo, ha de estar determinado por el mayor o menor grado de virtud en que radique. Pero, antes de plantear el problema de la educación, Platón tiene que pronunciarse ante una cuestión pendiente, muy debatida por la sofística: había que saber si la virtud puede enseñarse o no. En el diálogo Menón, el filósofo griego aborda abiertamente el problema tratando de eliminar del camino la serie de consecuencias relativistas que la sofística introdujo en la reflexión filosófica y que hacían peligrar gravemente la posibilidad de fun­ dar un Estado basado en principios inamovibles —como quería Platón— al tiempo que hacían de la educación un ejercicio espiritual conducente a lograr la máxima habilidad en el manejo de la reflexión y el lenguaje, pero concediendo a todo un enfermante relativismo que hacía regresar cualquier 11. Cfr. Carta Vil de Platón. En ella Platón narra sus amargas experiencias cuando trató, aprovechando una oportunidad singular, de conseguir que un tirano pusiese en marcha su República ideal, en la realidad.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz