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Las artes en La República platónica En este trabajo pretendo mostrar las razones filosóficas profundas que llevan a Platón en su República a desentenderse de la egregia tradición literaria cuyas cumbres más elevadas lo constituyen la epopeya homérica y la tragedia ática. A quienes se han ocupado del problema no ha dejado de parecerles insólita la actitud platónica que, con consideración, pero con energía, se decide por expulsar del Estado a los más grandes y distinguidos poetas y, con ellos, a las más prestigiosas formas literarias y artísticas. Claro está que la posición del filósofo no es gratuita ni inopinada. Platón tiene sus argu­ mentos y Sócrates se encarga de defenderlos ante sus interlocutores. La razón fundamental es de tipo ontológico-ético. De cara a los objetivos terminales que Platón se compromete a conseguir en La República —esto es, la constitución de un hombre y de una sociedad sólidamente cimenta­ das sobre una base ética, política y jurídica racional— la poesía, o la forma­ ción estética del hombre, tal como era conocida según el legado de la tradición, conspiraba grandemente contra el nuevo estado de cosas espiri­ tuales y sociales que Platón pretendía fundar. En efecto, la poesía se había convertido en la maestra de la formación cultural del pueblo griego y Homero pasaba por ser el gran educador de la Hélade. Pero esta forma de educación se había mostrado —según en­ tenderá Platón— absolutamente ineficiente para conseguir un orden moral y político justos. La clave del fracaso, Platón cree observarla en la natura­ leza de la poesía. La poesía está hecha de ficción y, lo que es peor, el pueblo, que no distingue entre ficción y realidad, veía en las enseñanzas de Homero y la poesía, sin más, la verdad. El filósofo, en cambio, que distingue perfectamente entre el ser y el no ser, y que se aplica al estudio de las cosas en cuanto son, no podrá tolerar un estado de confusión que, lejos de beneficiar al Estado, no hacía más que perjudicarlo. El arte está disociado del ser. Y una ética, y una política justas y adecuadas sólo pue­ den estar constituidas sobre el conocimiento del ser. Platón postula que todo lo que no sea compatible con el ser y el conocimiento racional de éste, atenta necesariamente contra la verdad: este es el caso del arte. El arte que es imitación —ni siquiera del ser— de la apariencia sensible se

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