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110 ENRIQUE RIVERA DE VENTOSA las gentes». «¿Quién, escribe textualmente J. de Acosta, menospreciará la autoridad de un precepto tan insigne y tantas veces repetido? ¿O quién creerá excluida a alguna nación por fiera y ajena que sea a todo sentimiento humano, del beneficio de la fe y de la penitencia, oyendo al Señor que manda a sus apóstoles esparcidos por todo el mundo enseñar a todas las gen tes?»12. Para Acosta el difícil problema misional consiste en saberse adaptar a gentes tan distanciadas mentalmente de los españoles que las evangelizan y tan distintas entre sí. De los que ocupan el ínfimo lugar en el consorcio humano, escribe: «A todos estos que apenas son hombres o son hombres a medias, conviene enseñarles que aprendan a ser hombres e instruirles como a niños»13. Más tarde anotaremos la distancia que separa a Las Casas de J. de Acosta en su modo de ver al nativo americano. Ahora place dejar constancia de que ambos están totalmente de acuerdo en la llamada universal al Evangelio. Dos ejemplos preclaros de la común opi nión hispana en su encuentro con América. Frente a esta visión universalista, fundada en el Evangelio, surgió en los siglos XVI y XVII, con influjo hasta nuestro tiempo, la teología de la predestinación, propuesta en toda su crudeza por Calvino. Ha estado vi gente en los países calvinistas, Holanda ante todo, y entre los puritanos de Inglaterra y sus colonias de América. Sobre este hecho doctrinal e histórico ha reflexionado detenidamente el hispanista alemán J. Hóffner que murió siendo cardenal-arzobispo de Colonia. Es muy significativo que, al ponde rar el valor social de la obra humana, declare no ser su intención «preconi zar un ethos calvinista del trabajo»14. Alude, sin duda, a la tesis de Max Weber, al ligar capitalismo y calvinisno. Se han levantado objecciones a esta tesis. Pero es un hecho histórico que el calvinismo ha presidido la mentalidad de aquellas naciones que han protagonizado un potente desa rrollo en sus riquezas. No es raro ligar este tema teológico al prejuicio racista. El mismo J. Hóffner apunta esta vinculación. Después de subrayar la pervivencia de los aborígenes indios en el mundo hispánico comenta así el contraste con el mundo anglosajón: «Muy otra iba a ser, en los siglos siguientes, la situa ción en Norteamérica. Allí los colonizadores... exterminaron casi por com pleto a los indios y convirtieron las tierras de estos en territorios de colo nización exclusiva de los blancos. No hubo mezcla de razas, pues los puri tanos veían en cada indio a un hombre de condición inferior». En nota 12. José de ACOSTA, De procuranda Indorum salute. Introd., tr. y notas por F. MATEOS, Madrid 1952, p. 52. 13. O. cit.y p. 48. 14. J. H ó ffn e r, o . c ., p. 521.
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