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LO VIVO Y LO MUERTO DEL PENSAMIENTO HISPANICO 109 Ramiro de Maeztu afirma, no sin exageración, que el 26 de octubre de 1546 es el día más alto de la Historia de España. En tal día Diego Laínez pronunció en el Concilio de Trento su discurso sobre la «Justificación». Maeztu lo comenta así: «Ahora podemos ver que lo que realmente se deba­ tía allí era nada menos que la unidad del género humano»10. En efecto fue así al proclamar el Concilio la llamada universal al Evangelio de todos los pueblos. Sin distinción de razas, color o situación social. Esta declaración fue contra la limitación excluyeme de los protestantes, en primera línea, de los calvinistas. Por su importancia reflexionaremos ulteriormente sobre esta limitación. Ahora place constatar que en proclamar la llamada universal de todos al Evangelio el acuerdo fue unánime, tanto en España como en la América hispana. Los doctores en sus cátedras, los misioneros en sus doctrinas, y hasta los mismos conquistadores en su duro ejercicio de la guerra, llevaban en su conciencia cristiana un hondo sentido evangelizador y misionero. Es de recordar el interés de Hernán Cortés por la evangelización al pedir al Emperador buenos misioneros para la que entonces comenzaba a llamarse Nueva España. Salió al encuentro de los doce franciscanos que vinieron a ser los doce apóstoles de Méjico. En todos, conquistadores y misioneros, se daba la convicción de una llamada universal al Evangelio y de una igualdad esencial de todos ante el mismo. Refrendo de este ambiente universalista es lo que Las Casas escribe en su obra, De único vocationis modo. Al iniciar el cap. V, el primero que se nos conserva, hace el resumen del anterior, hasta ahora perdido, subrayan­ do la llamada de todos al Evangelio en estos términos: «Este llamado (al Evangelio) es tal que no hay ningún pueblo o nación, en toda la redondez de la tierra, que quede enteramente privado de este beneficio gratuito de la liberalidad de Dios». Y encarándose con toda clase de privilegio social o cultural, añade: «De ningún modo es posible que toda y sola una raza o nación, o que los hombres todos de alguna región, provincia o reino, sean de tal modo estúpidos, imbéciles e idiotas, que no tengan absoluta­ mente ninguna capacidad para recibir la doctrina evangélica n. Cuarenta años más tarde otro gran misionero, José de Acosta, escribe un libro paralelo al de Las Casas: De procurando, Indorum salute. En él proclama igualmente la universal llamada al Evangelio, cuando comenta en estos términos el precepto de Jesús a los apóstoles: «Enseñad a todas 10. Ramiro de M aeztu , Defensa de la Hispanidad , 3 ed. VaUadolid 1938, p. 121. 11. B. de L as C asas, De único vocationis modo omnium gentium ad veram religionem. Edic. bilingüe de A. MILLARES CARLO (texto latino y tr. esp.). Fondo de Cultura Económ ica. M éxico 1942, p. 3.

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