PS_NyG_1994v041n001p0103_0124

LO VIVO Y LO MUERTO DEL PENSAMIENTO HISPANICO 105 a una de las encrucijadas del Renacimiento. Al margen de si fue una época de transición o de plenitud se puede constatar en ella un bullir de ideas contrarias en el campo ético-político. Baste hacer mención de dos extre­ mas. Por una parte el llamado agustinismo político, heredero de la mentali­ dad teocrática medieval, defendía el supremo valor de lo espiritual con clara tendencia a asumir en éste lo temporal. Desde esta primacía de lo espiritual se interpretaban entonces las Bulas de Alejandro VI al conceder la exclusiva misional a determinadas naciones cristianas. Al polo opuesto y en los mismos días en que vivía Vitoria, N. Maquiavelo proclamaba a la política totalmente autónoma de la moral y de la religión. Un bien absoluto y primario. Se formula en su obra, II Principe, la concepción realista y pragmática del poder por el poder, tan nefasta para la historia de los últimos siglos. Ante esta encrucijada de ideas Vitoria se sitúa en el punto céntrico. Contra el agustinismo político proclama la autonomía del orden natural, si bien es Dios su último fundamento, autor de la naturaleza humana, de quien proviene de modo inmediato las exigencias del orden natural. De notar que este orden se mantiene íntegro dentro del orden sobrenatural del Evangelio. Igualmente se opone Vitoria a cualquier intento de autono- mizar la política respecto de la moral y del derecho. Frente al maléfico surgir del poder por el poder Vitoria ve en el poder un servicio al bien común de la sociedad. El primero y más importante. La sociedad es una exigencia de la naturaleza humana, obra de Dios. Imposible, por lo mismo, que el gobierno político de la ciudad pueda hallarse al margen de la ética y de la religión4. Este preámbulo nos da las coordenadas para situar en perspectiva his­ tórica lo que escribe Vitoria en torno al primer título que justifica la pre­ sencia de los españoles en Indias. Pudiera resumirse en el título que presi­ de este apartado: Del encuentro con América al encuentro con el hombre. Un memorable hecho histórico pone en relieve el aspecto doctrinal de este encuentro. Nos referimos al requerimiento que la Junta de Burgos, en 1512, propuso que se hiciera a los indios para que voluntariamente se sometieran a los reyes de España. Mucho se ha ironizado de él en nuestros días. Ya los mismos que lo propusieron tomaban a risa las diversas maneras de llevarlo a cabo. Y con todo, en el primer momento, tal como nos lo trans­ mite Las Casas, se proclama la unidad de todos los hombres con estas palabras: «Dios Nuestro Señor, uno y eterno, creó el cielo y la tierra, y un 4. Francisco de VITORIA, De potestate civili, n. 3 y 4. Obras de Francisco de Vitoria, edic. T. URDÁNOZ, BAC, Madrid 1960 (Usamos esta edición en nuestro estudio por ser la más completa y debidamente autorizada).

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz