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120 ENRIQUE RIVERA DE VENTOSA Dos motivos alega Vives contra el vigente ju s belli , o como él dice, contra hanc pugnandi rationem : el ser ajeno a la piedad cristiana y el que su inhumanidad cruelísima diste mucho de la humana mansedumbre. Lás­ tima que haya sido tan parco en ampliar estas hondas razones, tan válidas entonces como hoy. Advertimos, con todo, en estas dos líneas un espíritu muy distinto al de la escuela de Salamanca en esta gravísima cuestión. A la escuela se la siente demasiado bajo el influjo de las investigaciones impreg­ nadas de un derecho que tenía más de romano que de cristiano. Uno de los momentos peores de este derecho, que más contristan, es el referente a la aceptación del ju s belli respecto de los prisioneros de guerra. Son muchas las injusticias que ha amparado. La peor de todas, la esclavitud de los negros. Si su explotación por los negreros suscitó siempre protestas a la conciencia cristiana, ésta vio demasiado tarde que el tradicional ju s belli no podía en modo alguno cubrir con el derecho la deplorable práctica de la esclavitud. 5. Valoración no recta de las religiones aborígenes Una carta pastoral del obispo misionero en Venezuela, Mariano Gutié­ rrez, introduce del lleno en este tema, primariamente religioso, pero con enormes repercusiones culturales. La titula: Semillas del Verbo en la cultu­ ra pemón. En la misma hace ver cuán honda es la religiosidad del pueblo pemón, rastreando la verdad humana y religiosa que la inspiración divina del Verbo ha depositado en dicho pueblo, aunque sólo sea en semilla. Anótese que los aborígenes pemones son una de las tribus más primitivas de Venezuela, y aún de toda América. Pues bien, este obispo misionero ha percibido en los indios pemones semillas del Verbo en sus múltiples prácticas religiosas. Cortos en cultura humana, están dotados de una expe­ riencia sacral que invade toda su existencia. Esta vía de comprensión reli­ giosa ha sido señalada por el Vaticano II, al pedir a los misioneros que descubran en todos los pueblos el contenido valioso de sus peculiares vivencias religiosas35. Fue una desdicha histórica que en los días del descubrimiento la mul­ titud de misioneros que España envió a América no tuviera esta idea com­ prensiva respecto de las religiones aborígenes. Hoy los indigenistas re­ prochan a aquellos misioneros la destrucción de valiosos elementos cultu­ rales indígenas. Anotemos que esto sólo es historia en el campo religioso. 35. Vaticano II, Ad Gentes. Decreto sobre la actividad misionera de la Iglesia. B.A.C., Madrid 1965, p. 565-629.

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