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112 ENRIQUE RIVERA DE VENTOSA inmenso mundo, del que hizo conquista, manifiesta Alejandro alta estima y comprensión, contra los consejos, mezquinamente nacionalistas, de su maestro Aristóteles. Y no es que se dejara dominar por la cultura persa, aunque la asumiera en detalles importantes, sino que tuvo lugar entonces, por su genial intuición: la helinización del mundo con signo ecuménico en un doble aspecto: cultural y político. El cultural todavía tiene vigencia en nuestros vocablos de máximo uso: tele-fono, tele-grafo, ecología , etc... El político fue muy efímero. Su imperio inmenso duró cuanto su vida que finó a los 33 años. Pero Alejandro fue Grande , no tanto por su ambición desmedida y demasiado imitada, sino por ser fundador de la ecuméne —casa de la humanidad —, por su misma etimología. Por esta casa de la humanidad continuamos trabajando en nuestra difícil hora. A la concepción ecuménica de la época helenística sigue la organización político-militar del Orbis Romanus. Este, a pesar de haber vinculado en torno a sí multitud de pueblos, vino a ser una limitación de la oikouméne , tanto en lo geográfico como en lo cultural. En lo geográfico el llamado limes separaba las tierras del imperio de aquellas otras que caían «más allá», habitadas por los bárbaros. En lo cultural , por este vocablo bárbaro queda bien reflejada la inmensa limitación del Orhis Romanus 18. A éste le prolonga durante largos siglos, en el mero aspecto de la orga­ nización política, el Orbis Christianus. Actualmente se hace referencia a él bajo la categoría histórica de Cristiandad. Muy compleja fue la estructura­ ción de este orbe. Baste decir ahora que fueron llamados todos a formar parte del mismo. También los bárbaros. Pero la historia constata que, si todos fueron llamados a formar parte del Orbis Christianus , quienes no aceptaron la llamada no llegaron a gozar de la plenitud de derechos, aún viviendo dentro del régimen de Cristiandad. Y esto no sólo en el plano intraeclesial, sino también en el de la común ciudadanía. Tal fue la situa­ ción de judíos, muladíes, moriscos e infieles en general. El ser cristiano era un requisito previo para gozar de plenitud de derechos civiles en régimen de Cristiandad. No se llegó todavía al encuentro natural del hombre con el hombre19. 18. Jean TOUCHARD, Historia de las ideas políticas , tr. esp., T ecn os Madrid 1970, p. 80-86. 19. Y. A zais - C athouzellier - A . F liche , La Christiandad romana , en: Historia de la Iglesia (Fliche-Martin), tr. esp. Edicep, Valencia 1975, t. X (He aquí su presentación: «Con el pontificado de Inocencio III comienza lo que se ha dado en llamar la Cristiandad Romana. La Iglesia interpreta el papel de protagonista de la historia humana, y las principales metas a que se acción se orienta son: la subordinación de los príncipes temporales...».

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