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100 FELIPE F. RAMOS tergiversación simplista y malintencionada de su verdadero sentido; fanatis­ mo aferrado a un historicismo rebuscado de los textos; individualismo sectario, que intenta buscar el aumento cuantitativo de los miembros de la secta; utilización de los textos bíblicos para una finalidad que no es la suya: cálculo de los orígenes y del fin del mundo...; satanización del mundo como realidad antidivina, sin tener en cuenta que es la creación de Dios y que designa también a los hombres a quienes Dios ama (Jn 3, 16). La evangelización consiste en descubrir que en la Biblia Dios no sólo nos habla, no sólo habla para nosotros, sino que habla de nosotros. Y resul­ ta que la situación que ella describe es simplemente una anticipación de lo que nosotros vivimos. Así la Biblia determina el ritmo de nuestro diario vivir. Conclusión El gran acierto de calificar como «nueva» a la evangelización de nuestro tiempo es el reconocimiento de sus múltiples desaciertos a lo largo de la era cristiana. El acierto de la rectificación. Haber reconocido la «novedad» de lo que siempre fue, es y será «nuevo». ¿Por qué calificar de «nueva» a la Buena Nueva? El evangelio y su presentación adecuada es la Buena Nueva Novísima, que se halla en la entraña misma de la manifestación de Dios. El Dios de la vida, el que la estrena y da cada día, no envejece. El es la novedad absoluta de la que participa siempre el hombre. Su apertura y comunicación a los hombres, la evangelización, se les ofrece con la nove­ dad que lleva en su propia realidad. La evangelización o es nueva o no es evangelización. Si es evangelización es necesariamente nueva. Otro gran acierto de calificar como «nueva» a la evangelización ha con­ sistido en la contemplación, reflexión y estudio de aquello que, al ser consi­ derado como nuevo, ha atraído la atención hacia una revisión profunda de la naturaleza y características de lo que es tan viejo como el proyecto anti­ guo de Dios, la revelación como promesa, y la evangelización como cumpli­ miento en Cristo. La evangelización no es nueva o vieja; es acertada o desacer­ tada. Si tiene en cuenta el origen de la revelación y los destinatarios de la misma es acertada. Si falsea lo uno o lo otro es desacertada. Y aquí llega el momento de tranquilizar a aquellos que han pasado una buena parte de su vida evangelizando o en servicio al evangelio. Ante tanta evangelización «nueva» se sienten a veces angustiados. ¿Qué tenemos que hacer? Seguir haciendo lo que han hecho siempre, atentos cada día más a la palabra de Dios o a su manifestación-revelación y a los signos de los tiempos en que viven aquellas personas a las que llevan, de una u otra forma, el evangelio.

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