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EL ANUNCIO DEL EVANGELIO 15 evangelio: discípulos, apóstoles, evangelistas (Rom 10, 15)20. Ya en tiempos de Jesús los Doce son «evangelizadores» y «curadores», anunciadores de la Buena Noticia. Incluso los ángeles tienen la misión de ser evangelizado- res. El ángel Gabriel anuncia la Buena Nueva (Le 1, 19). Anuncian el tiempo de la salvación caracterizado por la gran alegría (Le 1, 14). El garante supremo es Dios. El es el anunciador, el evangelizado^ de la Buena Noticia, de la paz. La palabra anunciadora de la paz. Esta palabra define la historia de Jesús, su vida, doctrina, muerte y resurrección. La historia de Jesús es el mensaje de la alegría y de la paz de Dios dirigidas a todos los hombres. Dios reveló su plan salvífico a sus siervos, los profetas del Antiguo y del NT. (Apoc 10, 7)21. Se trata de una buena noticia porque anuncia y garantiza la victoria de los que están siendo oprimidos por el gran poder explotador; incluso están siendo perseguidos y martirizados por el poder antidivino, que entonces tenía el nombre de Babilonia-Roma. Dicho poder tuvo distintos nombres a lo largo de la historia y el pueblo de Dios lo sabía muy bien. La historia actual es continuadora de la pasada. Desde los primeros tiempos, los anunciadores del evangelio unieron el verbo evangelizar a la persona de Jesús y a su resurrección (Hch 8, 35; 17, 18: Pablo «evangelizaba» a Jesús y a su resurrección); a Cristo Jesús (Hch 5, 42; Ef 3, 3); al Señor Jesús (Hch 11, 20; Gál 1, 16). Mediante dicha unión, el verbo evangelizar adquiere un sentido cristológico-soteriológico: designa todo el significado salvífico del acontecimiento de Cristo. Y, como este acontecimiento debe ser anunciado, aparece otro acusativo que explí­ cita el contenido de los anteriormente anunciados. El «objeto» a evangeli­ zar no es Jesús, sino el evangelio o la palabra: Los que se habían dispersado iban por todas partes predicando la palabra (Hch 8, 4). Mas la palabra del Señor permanece para siempre. Y esta palabra es la que os ha sido anunciada (1 Pe 1, 25). Se pone así de manifiesto que el acontecimiento ocurrido debe seguir ocurriendo, debe ser actualizado en cada momento. Lo ocurrido se convier­ te en una realidad «ocurrente», que trasciende cualquier tiempo y lugar. El mismo verbo evangelizar , incluso cuando es utilizado de forma abso­ luta, presupone la intercambiabilidad mencionada: evangelizar a Jesús o anunciar el evangelio, la Buena Nueva, expresan la misma realidad. Como consecuencia de predicar al Señor los apóstoles son perseguidos y huyeron a otras ciudades donde predicaron el evangelio (Hch 14, 7). Esto significa que, prácticamente desde el principio, las comunidades helenistas vincu- 20. G. F riedrich , TWZNT, II, 716. 21. G. F riedrich , TWZNT, II, 718.

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