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94 FELIPE F. RAMOS «Una voz grita en el desierto: preparen el camino del Señor». Es la voz de Ernesto y de Camilo. «Todo el mundo verá la salvación que Dios envía». Escuchen la Buena Noticia de la insurrección. El Reino de Dios está cerca. La revolución es semilla del Reino, que se está convirtiendo en árbol gigantesco que espanta los buitres y las águilas diabólicas, y da refugio a los quetzales y a las palomas de la paz. Jesús-pueblo-niño nació lejos de su casa, por causa del desalojo de tierra y el acaparamiento de los poderosos. Pensaron acabarlo, asesinando mujeres y niños inocentes, quemando a los indios, bombardeando aldeas. Pero toda esa sangre fertilizó la tierra, que produjo el ciento por uno. Jesús-pueblo cruzó la frontera y vivió refugiado, hasta que llegó su Hora. Jesús-pueblo pasó haciendo el bien. En las casas de cartón nacieron flores, pintas y dibujos de lucha y de esperanza. En medio de la miseria y la muerte, se escuchó «la gritería», caminaron las romerías y peregrinaciones, y empezaron las celebraciones de la Palabra y las fiestas populares. Jesús-pueblo eligió a los que El quiso, les dio el nombre de Apóstoles y les dio autoridad para expulsar a los demonios. Estos son, entre otros innumera­ bles, los que escogió: Oscar, a quien dio el nombre de san Romero de América, Proaño, Hélder, Sergio y Samuel; Carlos Fonseca, Miguel D’Escoto, Vicente Menchú y Laura López; Héctor Gallego, Gaspar García Laviana y Guadalupe Carney... En la pobreza, sin recursos y con armas populares, Jesús-pueblo fue cose­ chando triunfos, conquistando poblaciones, recuperando el gobierno popular. El ejemplo de la Biblia Fundamentalmente la Biblia describe un encuentro. Los protagonistas del mismo son Dios y el hombre: Dios que sale al encuentro del hombre que busca. Esto significa sencilla y llanamente que adentrarse en la Biblia equivale a sumergirse en el misterio. En el misterio de Dios, por supuesto, pero también en el misterio del hombre. Y como ni el uno ni el otro pueden ser expresados adecuadamente, en fórmulas universalmente váli­ das, el encuentro con el misterio nos hará caminar por el terreno de lo desconocido. Una auténtica aventura con el aliciente estimulante de explo­ rar lo desconocido y con el riesgo inevitable de perderse en la espesura. Dios sale al encuentro del hombre para responder sus interrogantes más profundos. Estamos diciendo que la manifestación de Dios se halla condi­ cionada por los interrogantes mencionados. Las preguntas que hace el niño son distintas a las que inquietan al hombre adulto. Ahora bien, la respuesta

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