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88 FELIPE F. RAMOS que acoge al otro, que se desvive por cualquier persona humana. Exacta­ mente, como haría Jesús 14°. A la civilización del amor y la solidaridad se opone frontalmente la cultura del «tener insolidario», que sacrifica el ser ajeno ante su propio poseer. Es la ideología de la muerte que conculca el derecho divino a la vida. Optar por la vida significa luchar por aquellos que malviven amenaza­ dos por una ideología de muerte. No hay nada más divino que luchar por los derechos humanos de los pobres. Optar por defender su vida, por recuperar la imagen de Dios ensombrecida y escarnecida, es hacer una opción muy seria por el Dios de la Vida, porque el designio del Dios viviente es que el hombre viva con plenitud. Si el de la Biblia es el Dios de la vida, es un aliado de todo lo que es y significa vida. Nos invita a recorrer siempre caminos de vida, a optar por ella (Deut 30, 19). Los más desamparados de este mundo constituyen el blanco privilegiado de su amor, porque ninguna vida como la de los pobres y oprimidos se siente más amenazada noche y día. En las páginas bíblicas no aparece la expresión «derechos humanos». Pero todas destilan urgente­ mente mensajes de justicia. Y sus escritos, sobre todo los proféticos y los del NT, conocen y defienden el derecho de seres tan humillados como las viudas, los huérfanos, los desvalidos, los emigrantes141. Los portavoces de Dios en el AT, los profetas, predican la civilización del amor y la solidaridad. Dios sólo constituye alianza con un pueblo apa­ sionado por la justicia y el derecho: Seré tu esposo para siempre y te despo­ saré conmigo en justicia , en juicio, en misericordia y piedades (Am 2, 21). La ley del paralelismo hebreo exige identificar justicia y derecho con amor y ternura. Hacer justicia o caminar en ella significa realizar el designio de Dios, que es un proyecto siempre nuevo de vida y de libertad para todos. Para entrar en comunión con Dios y poder compartir su amistad se requiere la santidad, la perfección moral y la justicia (Sal 15, 2-5). Ser justo y santo es acercarse a las personas para descubrir sus verdaderas necesidades y prestarle la debida atención, a fin de ayudarla a encontrar su puesto y realización en el conjunto de la comunidad fraterna. Y esta exigencia había que concretarla, sobre todo, en la protección de los indefensos, privados de los más elementales medios y recursos. La justicia no es más que ese camino de amor y de ternura. Sin este calor, la relación entre hermanos deja de ser humana, se congela, y puede transformarse en agresividad y violencia142. 140. J. C. R. G arcía P aredes , La identidad de la vida religiosa... 164. 141. Reflexión cristiana en Guatemala, Derechos de los pobres, derechos de Dios, 137. 142. Reflexión cristiana en Guatemala, Derechos de los pobres, derechos de Dios, 142-143.

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