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EL ANUNCIO DEL EVANGELIO 87 como lobos que despedazan la presa, derramando sangre, destruyendo las almas para dar pábulo a su avaricia... (Ez 22, 27-29). El adorador de ídolos, el idólatra, es declarado enemigo de la vida, y quiere y maquina la muerte para el pueblo. Dios, por el contrario, lo único que quiere es la vida y que «fluya como el agua el derecho y la justicia como arroyo perenne» (Am 5, 24). Este es el camino. No busquemos a Dios entre nubes de incienso en las iglesias (Is 1, 12-14). El Dios vivo y verdadero está allí donde es defendida la vida y donde son respetados los derechos de los pobres. Dejad de hacer el mal, buscad lo justo, restituid al agraviado, haced justicia al huérfano, amparad a la viudad. Haced el bien (Is 1, 17)138. La palabra «civilización» designa un conjunto de valores y prácticas (como la justicia, la defensa de la vida, la solidaridad para con el más débil, el respeto al otro, etc.) que persiguen el bien común de la especie humana y se concretan en las diferentes culturas. A partir de Pablo VI se ha hablado frecuentemente de la «civilización del amor», y con Juan Pa blo II se ha comenzado a hablar de la «civilización de la solidaridad», como antídoto contra el egoísmo a nivel internacional y como incentivo para la preservación de lo creado y para la convivencia pacífica entre los pueblos. Hoy todas las culturas deben ser culturas civilizadas, es decir, culturas que renuncien a dominar a otras y que respeten y acepten sus valores. El evangelio se presenta como un importante factor de civilización, en la medida en que propicia la práctica del amor y de la fraternidad y la creencia en la filiación divina de todas las criaturas139. Evangelizar es ciertamente anunciar explícitamente a Jesucristo, pero es también comprometerse hasta el final en la lucha por suscitar la civiliza ción de la solidaridad, del amor, del diálogo. Evangelizar es gastarse y desgastarse por reconstruir la unidad de este mundo fragmentado en pri mero, segundo, tercero y cuarto mundo. La nueva evangelización no pre tende «engrandecer» la Iglesia, sino hacer más poderosa la presencia del Reino de Dios, del Dios del Reino, en nuestra humanidad. La gran arma de la nueva evangelización no es la elocuencia filosófico-teológica, no es el prestigio internacional, no son nuestras universidades o colegios, no son nuestras instituciones benéficas, ni nuestra presencia en los medios de comunicación, no son nuestros anatemas o críticas a la sociedad del bienes tar, ni las denuncias amargas contra el poder establecido, sino la caridad, 138. Reflexión cristiana en Guatemala, Caminos de Cristo en Guatemala , 108-109. 139. L. B off , La nueva evangelización , 30.
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