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14 FELIPE F. RAMOS Gracias a los mensajeros, la buena noticia trasciende las fronteras del judaismo, y de ella se benefician todos los pueblos: Entonces se revelará la gloria del Señor y la verán juntos todos los hombres (Is 40, 5). Ante mí se doblegará toda rodilla, por míjurará toda lengua (Is 45, 23). Te convierto en luz de las naciones, para que mi salvación llegue hasta los confines de la tierra (Is 49, 6). El mebaser proclama el reino de Dios y su voz poderosa inicia el tiempo escatológico: El Espíritu del Señor, Yahvé, descansa sobre mí, pues Yahvé me ha ungido. Y me ha enviado para predicar la «buena nueva» a los abatidos, y sanar a los de quebrantado corazón, para anunciar la libertad a los cautivos y la liberación a los encarcelados (Is 61, 1). El profeta, conocido como el tercer Isaías, es enviado a evangelizar a los pobres y el efecto de su predicación es la liberación de todos aquellos que se hallan privados de la libertad. Esta mentalidad es como el eco lejano que se halla recogido en el Nuevo Testamento. La esperanza escatológica, la proclamación del reino de Dios, la invitación dirigida a los gentiles a participar en la historia salví- fica, la unión de los términos «justicia» (Sal 40, 10), «salvación» (Is 52, 7; Sal 95, 2), «paz» (Is 52, 7) apuntan al Nuevo Testamento. Sin la realización de las esperanzas vinculadas a la buena noticia anunciada, dicha noticia queda desposeída de su esencial dimensión de alegría liberadora y restable- cedora de los derechos conculcados. Se convertirían en palabrería vana. 2. La evangelización como cumplimiento La evangelización de los pobres es la finalidad suprema de la actividad de Jesús: Los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan y los pobres son «evangelizados» (Mt 11, 5). Los signos anunciadores del fin de las limitaciones humanas: la ilumina­ ción del misterio del ser humano, su conducta adecuada y su caminar correcto, la limpieza y transparencia humana, la posibilidad de una audi­ ción creyente, la superación de la muerte alcanzan su explicación y culmi­ nación en la Buena Nueva anunciada a los pobres. El texto citado lo presen­ ta Lucas como el programa de Jesús, en relación con las promesas antiguas. Lo que había sido anunciado para el futuro se cumple ahora en El (Le 4, 18.43; 16, 16). La misión de Jesús se sintetiza en el anuncio del reino de Dios, que es causa de alegría, en «evangelizar». El mismo es el auténtico evangelio (Le 2, 10). El es la paz y quien la establece entre Dios y los hombres y entre éstos entre sí (Ef. 2, 14-17). La figura del Bautista se define por el anuncio de la Buena Nueva (Le 3, 18). Este es el común denominador que le une con los anunciadores del

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