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78 FELIPE F. RAMOS cuyo fuego no podían apagar, a pesar de que a veces se sintieron tentados a hacerlo (Eclo 48, 1, a propósito de Elias). Y el caso de Jeremías es aún más claro (Jer 20, 9). Este fuego sigue en el NT, en el Enviado y en los que él envió por el encargo amoroso e imperioso del Padre. De María, la madre de Jesús, dice el Vaticano II: «la Virgen fue en su vida ejemplo de aquel amor maternal con que es necesario que estén animados todos aquellos que, en la misión apostólica de la Iglesia, cooperan a la generación de los hombres (LG 65). Puede ocurrir en nuestros días que una excesiva institucionalización e instalación de nuestra Iglesia no sea el mejor clima para que el ardor requerido se traduzca en el empuje, en la entrega decisiva a la Causa de Dios. Se necesita una madurez profunda en la fe cristiana, que se convierte en poder transformante de la vida, aunque las circunstancias concretas de la sociedad en que vivimos, comenzando por la Iglesia oficializada, con­ tribuya más a apagar que a fomentar el ardor cristiano. En cualquier caso, el intento de «hacer carrera» dentro de la Iglesia es un delito de lesa Majestad, que ha elegido al vocacionado como «siervo suyo»; un delito de alta traición al que le ha designado como embajador suyo ante las gentes (2 Cor 5, 20; Ef 6, 20); un delito de infidelidad a la Iglesia misionera cuyo quehacer vergonzosamente prostituye. El evangelizador, que participa en la misión de Cristo y que es su continuador, debe mantener la misma actitud de Jesús frente a la tarea evangelizadora que el Padre le encomendó. Jesús contagia el ardor de su vida. Su praxis fue hacer Reino. Todo en su vida tiene sabor de Reino. El evangelizador debe continuar en su vida las esenciales actitudes de Jesús: la encarnación , traducida por «historicidad» o historificación de lo divino en todo lo humano que fue haciendo: hambre, sed, incomprensión, cansan­ cio, azotes, condenación, cruz, muerte. Actitud de encarnación significa proceso de historicidad. Fidelidad en el servicio . El hizo la verdad. Fue fiel. El fue la encarnada fidelidad de Dios, el sí o el amén de Dios (2 Cor 1, 19). Comunidad, comunión, acogida. Para con el Padre (la oración, la con­ templación). Para con los hermanos (la misericordia, la ternura, la sensibi­ lidad, la solidaridad de Jesús). Libertad del pobre. No se puede ser libre sin ser pobre. Ni se puede ser pobre sin ser libre. La opción de Jesús por los pobres es consecuencia de su absoluta libertad, desde la ausencia en su vida de cadenas restrictivas de la propia libertad y, en definitiva, de la propia vida. Actitud de novedad, de revolución. El es el novedoso, la novedad, la utopía, lo trascendente, lo irreductible, lo escatológico. No se parece a nada ni a nadie. La novedad de Jesús es más nueva que la misma revolu-

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