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EL ANUNCIO DEL EVANGELIO 77 Nuevo ardor, nuevos métodos, nuevas expresiones Son los tres puntos que, en expresión de Juan Pablo II, constituyen la «novedad» requerida para la evangelización en nuestro tiempo. Los tres puntos mencionados se hallan exigidos desde el bilingüismo de la revela­ ción. Su novedad se reducel al marco de lo meramente coyuntural. 1.° El ardor fue el distintivo esencial de todo evangelizador cuando la comunidad en la que surgió tenía clara la conciencia de su esencial natura­ leza misionera. Si Cristo y su evangelio tienen una relevancia universal, la fe cristiana no puede convertirse nunca en cuestión meramente privada. De ahí que todo creyente sea, por definición, un testigo de la fe y, lo que es más, que no pueda dejar de serlo: Nosotros no podemos dejar de decir lo que hemos visto y oído (Hch 4, 20). El apóstol Pablo lo expresa como una exigencia ineludible: ¡A y de mí si no evangelizare! (1 Cor 9, 16; 2 Cor 4, 13; 2 Tim 2, 4). El Vaticano II manifiesta esta obligatoriedad imperativa afirmando que «la Iglesia es esencialmente misionera». Dicho de forma más personal: «La responsabilidad de diseminar la fe incumbe a todo discípulo de Cristo» (LG 17). Y la Iglesia se sabe misionera por razones postivas, «por su naturaleza», por exigencia radical de su catolicidad» (AG 1), y no precisamente porque los hombres sean malos y se vayan a condenar si la predicación y el testi­ monio de los cristianos no llega a ellos. La misión no es ante todo un problema de «los otros», sino un problema eclesial: ¡A y de mi! (no ¡ay de «ellos»!) si no evangelizo. Por eso cabe afirmar: la Iglesia no podrá com­ prender y expresar concretamente su naturaleza y catolicidad más que en la medida en que establezca contacto y comunión con toda la familia hu­ mana. La misión se presenta, pues, como un constitutivo esencial de la Iglesia125. Suponemos que A. Hortelano se refiere a ese ardor cuando se pregunta: ¿Hay hoy, como en siglos pasados, misioneros de pelo en pecho dispuestos a entregarse de lleno a la ardua tarea de evangelizar al mundo moderno? 126. Creemos que los hay. Lo contrario equivaldría a desconocer la natura­ leza mistérica de nuestra Iglesia vivificada permanentemente por el Espíri­ tu. Existe una continuidad de ardor evangelizador que recorre toda la historia de la salvación127. En los profetas dicho ardor era como un volcán 125. M. GELABERT, La dialéctica del concreto universal..., 115. 126. A. HORTELANO, Nueva Evangelización , 11. 127. J. ESPEJA, Recuperar la mística de la misión , 230.

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