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EL ANUNCIO DEL EVANGELIO 75 La colección de obras teológicas en la óptica de la teología de la libera­ ción, cuyos ejemplares llegaron a ser editados simultáneamente en varios idiomas, fue detenida. Algunos episcopados prohibieron a editoriales cató­ licas proseguir la publicación, mientras en Roma se pusieron todas las dificultades para conseguir el imprimatur con la multiplicación de instan­ cias para juzgar los escritos. Tales hechos indican algo más profundo: el enfrentamiento entre distintas concepciones de Iglesia. En síntesis, un mo­ delo jerárquicamente centralizado, universalmente reproducido, vuelto ha­ cia los pobres en postura «asistencialista»; y otro, fundado en la «comu­ nión y participación» (Puebla), inculturado, inserto en el esfuerzo de libe­ ración de los pobres, teniendo el rostro de los fieles que integran a la Iglesia en cada nación y etnia122. De la carta dirigida por P. Casaldáliga al Papa Juan Pablo II tomamos estos párrafos: «Se también de sus preocupaciones apostólicas respecto de nuestra Teología de la Liberación, de las Comunidades cristianas en los medios populares, de nuestros teólogos, de nuestros encuentros, publica­ ciones y otras manifestaciones de vitalidad de la Iglesia en América Latina, de otras Iglesias del Tercer Mundo y de algunos sectores de la Iglesia en Europa y en América del Norte. Sería ignorar su misión de Pastor universal el pretender que usted no se interesase e incluso se preocupase con todo este movimiento eclesial, máxime cuando América Latina, concretamente, representa casi la mitad de los miembros de la Iglesia Católica. De todas formas, una vez le pido disculpas para expresarle una palabra sentida respecto al modo como están siendo tratadas por la Curia Romana, nuestra Teología de la Liberación y sus teólogos, ciertas instituciones ecle­ siásticas —como la propia conferencia nacional de los obispos brasileños en determinadas ocasiones— iniciativas de nuestras Iglesia y algunas sufri­ das comunidades de este Continente, así como sus animadores. En otro contexto bastante distinto recuerda el caso del mártir O. A. Romero : «Mons. Romero volvió de Roma llorando. El Papa no le recibió bien. No le comprendió. Romero pasó por España, de vuelta, llorando. Volvió angustiadísimo. Jon Sobrino me escribió en aquella hora que le escribiera una carta a Romero, animándole. Estaba viviendo una situación tensísima, dramática123. Ante dicha actitud la única reacción racional, dentro de nuestro traba­ jo, la traducimos así: ¿Puede hablarse en serio de una «nueva» evangeliza- ción excluyendo simultáneamente la teología de la liberación? ¿En qué clase 122. J. ESPEJA, Cómo evangelizar boy, 179. 123. P. C asald álig a , El vuelo del Quetzal , 123-124.46.

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