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74 FELIPE F. RAMOS La cúpula romana ha manifestado de diversas maneras sus reservas frente a la teología de la liberación. Incluso el Papa Juan Pablo II, el 29 de enero de 1979, al inaugurar la Conferencia de Puebla —en un contexto turbulento en que los conservadores extremistas gritaban «Cristianismo sí, comunismo no» y «Muerte a la teología de la liberación» afirmó: «La Iglesia reprueba la injusticia social, pero no debe combatirla con métodos políticos, acercándose a una u otra filosofía o ideología, sino por la trans­ formación interior del hombre». Sus palabras fueron interpretadas como una seria descalificación de la teología de la liberación. Así lo demuestran las manifestaciones del arzobispo de El Salvador. Monseñor Oscar Arnulfo Romero , participante en la Conferencia, señaló que «la Teología de la Liberación tiene su razón de ser; la lucha de clases no es un invento de los sacerdote renovadores, sino producto de un siste­ ma edificado en la contradicción entre diversos grupos sociales». Según comentarios de la prensa internacional, el discurso del Papa no contenía ningún análisis estructural ni enjuiciamiento crítico de las dictadu­ ras militares y de la filosofía de la Seguridad Nacional, según la cual esos gobiernos pretenden justificar su política represiva y discriminatoria121. A mucha distancia de aquella declaración se halla la carta enviada a los obispos de Brasil (DC 768): «en la perspectiva de la nueva evangelización, va tomando fuerza cada día más una teología de la liberación integral plenamente adherente a la doctrina social de la Iglesia como «praxis de liberación» capaz de inspirar un esfuerzo pastoral en favor de la justicia social, la defensa de los derechos humanos y la solidaridad». Juan Pablo II reconocía la necesidad de sensibilizarse a unas exigencias claramente marcadas por la exhortación pastoral EN 33-39. Algunos sectores de la teología de la liberación se retraen ahora por las presiones provenientes de los sectores del centro del poder en la Iglesia católica, que se empeñan en la restauración de la hegemonía institucional, con perjuicio para las iglesias locales, los avances del Vaticano II y de la evangelización inculturada. En los últimos diez años, además de las adver­ tencias formuladas por el cardenal Ratzinger en dos Instrucciones, algunos teólogos han sufrido reprimendas y censuras, cuando en realidad no se había encontrado en sus obras ninguna formulación doctrinal en contra de la ortodoxia romana. Así se produjo una situación curiosa: se acusa a la teología de la liberación de ser «ideológica», y al mismo tiempo se emiten sobre ella críticas ideológicas sin fundamentos doctrinales consistentes. 121. Reflexión cristiana en Guatemala, Presencia y compromiso , 1989, 37.

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