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EL ANUNCIO DEL EVANGELIO 63 Nuevo lugar teológico: los pobres Junto a los lugares teológicos clásicos: Sda. Escritura, Tradición, Patrís­ tica y Magisterio de la Iglesia, a los que se acudía porque eran considerados como los «lugares» o fuentes para .descubrir la revelación divina, aparecen hoy «los pobres» como otro lugar teológico añadido a los anteriores. En realidad, no es un lugar teológico nuevo, sino recientemente descubierto como tal. De suyo, es tan antiguo como la misma revelación cristiana, que se inició precisamente con el acercamiento de Dios a un grupo esclavizado para impulsar su camino hacia la libertad. Los pobres como lugar teológico de reflexión pertenecen hoy a «los signos de los tiempos» (Le 21, 28-34); es decir, a las realidades históricas, a los acontecimientos de cada día, a las contradicciones de la sociedad. Es la invitación del Vaticano II a leer e interpretar los signos que los tiempos actuales ofrecen a la humanidad. Uno de los signos más dramáticos de nuestra época es la realidad de opresión, explotación, discriminación y humillación que viven los pueblos del continente latinoamericano. Una reflexión cristiana, para que lo sea realmente, no debe prescindir del lugar de los pobres. Porque su clamor es el gemido de Dios que sufre en ellos. El Dios que nos ha revelado Jesús ha llegado al extremo de identificarse con los pobres. Y esto es cabalmente lo que encontramos en lo más medular del mensaje de Jesús (Mt 25, 31- 46). La presencia de Dios se ilumina en los hambrientos, en los sedientos, en los refugiados, en los desposeídos, en los enfermos y en las víctimas de todo sistema represivo. El mensaje de Jesús contempla a todos aquellos, cristianos o no, creyen­ tes o ateos, que hacen de su vida, de todo su ser, de sus pensamientos, tiempo y energías, una lucha incesante, incansable y heroica para que triun­ fe el proyecto de la justicia. Todos los que luchan por ella están incluidos en el designio de Dios, en su Reino. Es precisamente en el pobre, despojado de vida, carente de poder y sediento de justicia, el «lugar teológico» privilegiado por Jesús, donde podemos sin engaños ni ilusiones descubrir el auténtico rostro de Dios, del Dios que nos ha revelado Jesucristo. Cristo, cuando habló de los pobres, no hizo más que recoger toda la tradición bíblica de los profetas del AT. En los libros proféticos, Dios aparece siempre socorriendo y defendiendo a aquellos cuya vida se ve ame­ nazada o que menos vida tienen. El derecho de los pobres es un derecho vinculado a la vida, a su sustento y desarrollo. Es, en una palabra, derecho de Dios. Creer en Dios es creer en la vida, especialmente en la vida de los desheredados de este mundo. Y esta fe, si quiere ser pura, no permite

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