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EL ANUNCIO DEL EVANGELIO 5 7 El cristianismo romano no es sino el resultado del encuentro de la fe bíblica con la cultura judía de la diáspora, con el helenismo, con la cultura romana, con ciertos elementos germánicos y con el pensamiento moderno. Así, pues, es perfectamente letígimo auspicar el surgimiento de un cristianismo latinoamericano a la vez amerindio, negro, mestizo y blanco. Esta síntesis sólo podrá darse a partir de una fe inconmensura ble en la fuerza del evangelio y desde la osadía de asumir las culturas- testimonio e impregnarlas del fermento cristiano. Por supuesto que se producirán purificaciones y rechazos, pero las matrices culturales incor porarán a su modo la revelación divina y, sin dejar de ser lo que son, habrán de adoptar una expresión que asuma, eleve y plenifique lo que ya había construido el propio Verbo juntamente con los hombres y mu jeres pertenecientes a la cultura en cuestión. El Verbo también actúa en las religiones no cristianas97. La fe que vive nuestro pueblo y que nosotros hemos heredado es en gran parte una fe desubicada, fuera de nuestra cultura, fuera de nuestros desafíos históricos. De hecho, lo que está pretendiendo la teología de la liberación, la espiritualidad de la liberación y todo este proceso de libera ción que estamos viviendo en América Latina es también reubicar la fe en su lugar, lugar que para nosotros es, aquí, indudablemente, Centroamérica. Recordemos: el kairós, el topos, el lugar, la hora de Dios... No debe preocuparnos sólo la fe (tener o no tener fe) sino el contenido de la fe; es decir, fe en Dios, pero ¿en qué Dios? Respondo: en el Dios de Jesús. Nos debemos preocupar siempre por los contenidos: saber qué his toria, qué hombre, qué mundo, qué mujer, qué humanidad... Para nosotros la respuesta debe ser: la historia, el hombre, la mujer, el mundo, la huma nidad que Dios quiere, es decir, el Reino98. La evangelización es la oferta de la fe al «otro». Este ofrecimiento puede hacerse de dos modos: 1.° Mediante una lectura eclesial de la fe. La «comunión en el misterio» pide libertad, es más, sólo libertad, porque al provenir de la libre iniciativa de Dios —que es amor— se excluye toda coacción. El amor exige libertad. El hombre puede decir sí o no a la Persona que le llama y se le ofrece. No debe aceptar su Palabra bajo ningún tipo de coacción. La intolerancia es la corrupción de la fe cristiana. 97. L. BOFF, La nueva evangelización , 108-109. 98. P. C asald A lig a , El vuelo del Quetzal , 47-48.
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