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EL ANUNCIO DEL EVANGELIO 53 de Calcedonia como si fuesen las últimas, definitivas e insustituibles para la presentación del misterio de Cristo. Entre otras razones porque los términos «naturaleza y persona», fy sis y prósopon , sólo resultan inte ligibles para los especialistas que, además, los interpretan de manera distinta al uso original de las mismas. Las categorías de Salvador, Libe rador, Profeta, Enviado, son mucho más inteligibles, sin falsear ni dismi nuir el misterio, para presentar a Cristo. ¿Puede seguir manteniéndose, sin más, que el hombre perfecto, semejante en todo a nosotros menos en el pecado, no fue una persona humana? A nivel de la teología ésta es una cuestión clara. ¿Por qué no se clarifica a nivel de Iglesia oficial, secundando la voz de los teólogos? La tentación de la Iglesia, en su actividad misionera, es la de traspo ner los principios cristológicos en principios eclesiológicos, olvidando la diferencia de nivel que hay entre ambos. La comparación entre Cristo y la iglesia se sitúa a nivel analógico, y en la analogía no sólo hay una semejanza entre los elementos que se comparan, sino también una dife rencia. Si olvidamos esta diferencia, el principio de que sólo en Cristo hay salvación (Hebr 4, 12) puede malentenderse como un «fuera de la Iglesia no hay salvación», axioma entendido de forma rigorista práctica mente hasta nuestro siglo. En el ámbito de la misión, el olvido de la diferencia de nivel entre el principio cristológico y su traducción eclesiológica podría llevar a unl versalizar formas eclesiales de vivir el cristianismo , olvidando su particu laridad y en detrimento de las culturas de los pueblos a los que se anun cia el evangelio o, al menos, sin tenerlas en cuenta. Este modo de enten der las cosas explica que la fe cristiana haya sido acusada de ser «esen cialmente partidista», «esencialmente intolerante», de carácter «inqui sitorial» 87. No podemos refutar con seriedad la acusación de fixismo e inmovilis- mo que pesa sobre la Iglesia. Sus cinco mandamientos , ¿no están exigien do una revisión profunda de modo que tengan sentido para el creyente de hoy y puedan cumplir la finalidad para la que fueron instituidos?88. ¿Y qué decir de la ética-moral impuesta oficialmente en las relacio nes conyugales y en la regulación de la paternidad responsable? Junto a la Iglesia y el moralista, ¿n o tiene nada que decir la ciencia médica y la 87. M. GELABERT, La dialéctica del concreto universal... 117-118. 88. El presente trabajo ya estaba redactado cuando apareció el Catecismo de la Iglesia católica. Hemos podido comprobar que la «revisión profunda» no ha tenido lugar. Las cosas siguen como antes (nn. 2041-2043).
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