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52 FELIPE F. RAMOS parecía atentar contra la hegemonía de la fe 84. Tal actitud, errónea pero comprensible, orientó la teología a la defensa del sacralismo con el inevita ble divorcio entre cultura y fe. Sólo el miedo de unos jerarcas instalados justifica tan descomunal desatino85. La inculturación del evangelio en las categorías helénico-aristotélicas fue una de las más logradas. Lo malo estuvo en su absolutización. Nació la teología inmutable confeccionada desde una filosofía considerada como peren ne. Algo que hoy nos cuesta imaginar, aunque siga estando en vigor en bastantes sectores de la Iglesia. El evangelio se inculturó con este mundo en un grado tal que llegó a su identificación con aquella cultura. Este monopolio cultural ha sido nefasto para la evangelización. Ningún otro modo de pensar fue considerado digno de atención en orden a inculturar el evangelio en él. Para quien contempla históricamente el cristianismo desde la óptica de los no creyentes, la imagen que aparece es la de una religión que es produc to de la cultura occidental, con todas las contradicciones de ésta y, en particular, con la pretensión de ser la única verdadera y detentar el mono polio de la revelación y de la salvación86. Los evangelizados han visto muchas veces presentados ante sus ojos dos dioses diferentes : uno cercano, que conocían por su cultura y mitos, y otro lejano, que era el primer motor inmóvil; un Dios de piedad y de misericordia y otro dispuesto a enviarles al infierno si no aceptaban la horma establecida como únicamente válida; el Dios que demostraba su amor infinito al hombre en el regalo de su Hijo y el dios Ammon, el dios del dinero, del poder y de la explotación, personificado en aquellos que se decían cristianos o seguidores del Dios verdadero. La afirmación de la muerte de Dios no se halla justificada objetivamente: Dios no ha muerto. Pero demasiadas veces se ha hecho todo lo posible para matarlo, ¿no reco noció el Vaticano II como una de las causas del ateísmo la falsa presenta ción de Dios? ¿Por qué importar un Dios prescindiendo del que uno posee e incluso despreciándolo? La fidelidad a la fe no significa la mera y exacta repetición de las fórmulas en que ha sido transmitida. La f e es absoluta e inmutable; la formulación de la misma es contingente y condicionada. Lo mismo que Jesu cristo, que es el mismo ayer, hoy y siempre (Hebr 13, 8), pero no lo es de la misma manera. No podemos seguir dando vueltas a las formulaciones 84. P. H ü NERMANN, Evangelización y cultura en la historia de la Iglesia , en Stromata 1985, 189-193. 85. A. S a la s , Inculturación y liberación , 122. 86. L. BOFF, La nueva evangelización , 68.
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