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48 FELIPE F. RAMOS mente, las referencias a la Escritura— y utiliza las que sus nuevos destina­ tarios comprendían: la creación como medio para llegar a Dios. Remitimos al discurso de Listra y al que tuvo en el Areópago (Hch 14, 15-18; 17, 22-34). El mundo joánico acepta las categorías dualistas de la gnosis para histo- rificar en ellas el evangelio de Cristo. El riesgo era todavía mayor que el de Pablo. El evangelio único lo recoge el NT en pluralidad de formas culturales, que hoy nos edifican. La sorpresa que nos depara el Apocalipsis es mayor aún que las mencionadas anteriormente: recursos simbólicos procedentes del AT, de la mitología antigua de procedencia diversa y de la cultura imperante. Este recorrido puede hacerse —ya se ha hecho— siguiendo los jalones importantes en la historia de la evangelización. A modo de ilustración ofre­ cemos el resumen de A. Hortelano: Desde el principio, la implantación del evangelio, desde su inculturación, trajo serios problemas a la Iglesia. Jesús era judío de raza y de religión. Y confió su mensaje a otros judíos de raza y religión. Estos debieron abrir el evangelio a los grecorromanos con los consiguientes dramatismos, dificultades e incluso rupturas dentro de la misma fe. El riesgo corrido por Pablo no fue compartido por la mayoría. También fue traumática la implantación del evangelio en los pueblos ger­ mánicos. El último de los grandes choques culturales que ha vivido el cristianismo ha sido el de la evangelización de América. En resumen, la historia de la implantación cultural del evangelio, a lo largo de los siglos, podemos decir que la primera se hizo renunciando el evangelio a la cultura judía, para encarnarse en la grecorromana. Fue muy difícil. Pero, ¿qué hubiese pasado si Pablo no hubiese renunciado a la cultura judía? Los bárbaros germánicos, los eslavos y los indios americanos aceptaron fácilmente el evangelio que les era ofrecido en los moldes de la cultura grecorromana, que era superior a la suya y ante la que sintieron fascina­ ción. Por eso la evangelización fue, al mismo tiempo, civilización, esto es, imposición de la cultura de occidente. En cambio, en América, los conquis­ tadores imponen a los indios la cultura occidental cristiana que ellos se ven obligados a aceptar para sobrevivir. Naturalmente con sus luces, que hoy nadie se atreve a negar, aunque piense que predominaron las sombras80. 80. A. HORTELANO, Nueva Evangelización , 95-113. F. Sebastián dedica al tema todo el cap. IV de su obra: Nueva Evangelización. Fe, cultura y política en la España de hoy , Madrid 1991.

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