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40 FELIPE F. RAMOS 3.a Revitalización de lo existente. En la línea de Medellín, la Iglesia llama a una conversión en el plano de los valores culturales y a una revitalización de los valores evangélicos que se traduzcan en una rápida y profunda transformación de las estructuras de la convivencia social (DP 437-438). Este Documento no concibe la evangelización de la cultu­ ra de forma simplista: cultura cristiana latinoamericana amenazada por la secularización propia de la sociedad urbano-industrial, y que urge una evangelización de la religiosidad popular. Sin ignorar este problema, la perspectiva histórica del DP no puede por menos de relegarlo a un segundo término: todavía la religiosidad impera sobre la secularización en América Latina67. Comunidades eclesiales de base Hubo un tiempo que las miré con recelo. Hoy, sin pertenecer a ningu­ na de ellas, las admiro a todas y respeto a casi todas. Veo en ellas una clara manifestación de la presencia operante del Espíritu, que sopla donde quie­ re y como quiere. Hoy sopla con especial fuerza en ellas. Sólo en América Latina son cientos de miles. Y se hallan reconocidas oficialmente tanto en la exhortación pastoral EN 58, como en los documentos de Medellín y Puebla. Cada una de ellas o cada grupo tienen un nombre o se hallan bajo una determinada advocación. Para mí son las comunidades que debieran tener como patrono común al discípulo amado, al discípulo que, ante el éxito de la tarea evangelizadora, reconoció al Señor. Pedro no se había dado cuenta de que era el Señor quien dirigía la pesca, la tarea evangeliza­ dora, desde la otra orilla (Jn 21, 7). Estas comunidades han surgido como modelos eclesiológicos «más comunitarios o populares». Todos los cristianos en la Iglesia gozan de común dignidad (LG 32). Para promover esta dignidad fundamental de todos los bautizados surgen los distintos carismas y ministerios eclesia­ les. Por eso «entra en crisis el esquema jerárquico de la Iglesia y se proponen otros modelos más comunitarios o populares, donde al laica- do, entre otras instancias de la comunidad, se le reconozca su verdad eclesial y su protagonismo o responsabilidad compartida en la tarea evangelizadora; un exponente de esa fisonomía que van adoptando las iglesias particulares son las Comunidades Eclesiales de base (DPI I-I, 1.3.4). De ahí también la importancia de «los ministerios laicales» en el 67. M. A. KELLER, Evangelización e inculturación, 100-101; J. E speja , Recuperar la místi­ ca de la misión , 233-234.

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