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EL ANUNCIO DEL EVANGELIO 39 católico, este catolicismo popular es una manifestación sin poder, semiau- tónoma, y que sobrevive a la sombra del catolicismo oficial66. El Documento de Puebla, que dedica todo un apartado a la evangeliza- ción de la cultura (DP 385-443), acentúa la necesidad de la evangelización de la religiosidad popular, porque ella es actualmente la expresión privile­ giada del sustrato cultural de los pueblos latinoamericanos. Siguiendo bási­ camente a la Gaudium et Spes y a la Evangelii Nuntiandi, Puebla pide la adaptación evangelizadora a las distintas culturas, fundamentalmente la mentalidad y actitudes con que un pueblo afirma o niega una vinculación religiosa con Dios y los valores o desvalores religiosos. Ellos determinan el sentido último de la existencia y hacen que todos los demás valores se liberen hacia lo trascendente o se encierren en su propio sentido inmanente (DP, 389). En la tarea evangelizadora de la cultura Puebla distingue tres áreas conflictivas: 1.a La adveniente cultura universal o una mundialización ineludible des­ de la inevitable y necesaria interdependencia de los pueblos. La Iglesia, enviada a ayudar a las culturas, no a destruirlas, aprueba los impulsos de la humanidad hacia la integración y la comunión universal, no sólo en la fe de Cristo, sino también en el orden cultural, social, económico y político. Pero no puede admitir la «universalidad» entendida como uniformidad que no respeta las diferentes culturas e intenta incluso unificar la humani­ dad imponiendo «una injusta e hiriente supremacía y dominación de unos pueblos o sectores sobre otros pueblos o sectores (DP, 425-427). 2.a El secularismo, que separa y opone el hombre a Dios, que resultaría superfluo y hasta un obstáculo. La Iglesia asume el proceso de seculariza­ ción en el sentido de una legítima autonomía en lo secular como justo y deseable, según lo entienden la GS y la EN (números 36 y 55). (DP, 433-434). Se opone al secularismo en cuanto que implica nuevas formas de ateísmo práctico y militante, propugna «una civilización de consumo, el hedonismo constituido en valor supremo, voluntad de poder y de domi­ nio... La Iglesia se enfrenta radicalmente con el movimiento secularista y actualiza el anuncio evangelizador partiendo de la fe de los pueblos latino­ americanos, para que éstos «puedan asumir los valores de la nueva civiliza­ ción urbano-industrial, en una nueva síntesis vital cuyo fundamento siga siendo la fe en Dios y no el ateísmo, consecuencia lógica de la tendencia secularista (DP 436). 66. H. E. GROENEN, Pueblo, religión del pueblo y papel de la Iglesia, en Selecciones de Teología, 1981, 71.

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